Partido tardío entre semana, jornada adelantada de la ACB y malas sensaciones del equipo en Zaragoza el domingo. No parecía el cóctel de ingredientes ideal para cocinar un Palau a rebosar y ardiente alentando a su equipo, pero los jugadores de Grimau sí que debían llegar con ganas de dar un puñetazo sobre la mesa y recordar al panorama basquetbolístico por qué son invictos en casa.

El primer triple fue desde Manresa y desveló el panorama: la mitad de butacas del pabellón estaban ocupadas por aficionados visitantes que habían viajado los 50 kilómetros que separan las dos ciudades para disfrutar del espectáculo, por lo que la localía no era tal este miércoles. Y resultó propicio precisamente para dicho espectáculo, comenzando el partido con un ‘toma y daca’ de cuatro triples consecutivos a cargo de ambos contrincantes.

El primer cuarto discurrió igualadísimo en todas las vertientes de ambos equipos, que compartieron un cierto afán por apresurarse y aversión a aguantar el balón en las manos durante demasiado tiempo. Los nervios siempre son malos consejeros para los blaugranas, bajo la presión de no sufrir otra derrota en liga doméstica viendo la extrema igualdad inmediatamente debajo de la tabla -la Penya, décimo en la clasificación de la ACB, solo había sufrido dos derrotas más que sus vecinos culés. Todo esto contando por el afán de los clubes por competir al máximo, cabe recordar, teniendo el corte de clasificación a Copa a la vuelta de la esquina.

El Barça sucumbió al inicio tembloroso y se fue desinflando a lo largo del cuarto, rindiéndose a un Baxi que se sentía como en casa y especialmente afortunado desde la línea de triple (14-24). El inicio del segundo cuarto fue de película de terror, con un margen constante de más de una decena de puntos para un Manresa inspirado como nunca. El acierto de los visitantes desde la línea de triple se unía a la pasividad defensiva, a la falta de rebotes y a las continuas pérdidas de un Barça que veía impotente como al mate de Da Silva le seguía escasos segundos después un canastón del contrario. En resumen, demasiado blandengues los de Grimau en defensa y demasiado precipitados a la hora de abordar el aro.

Satoransky salió a solucionar el desaguisado al filo del descanso, coreado por un Palau que le sabe héroe de las grandes citas. Pero fue su compañero checo, Vesely, el que se puso el mono de trabajo y comenzó a pegar gritos a la par que anotaba mates y sacaba balones casi desde dentro de la red. Y los jugadores marcharon a vestuarios con un esperanzador 36-39 en el marcador con el que se respiraban, por fin, vientos de remontada.

El técnico sacaba a toda la artillería pesada para afrontar la segunda parte, que comenzaba con un triple de Da Silva para poner las tablas en el marcador. El coladero defensivo de los culés facilitó que el Manresa se pusiese por delante de nuevo en la siguiente jugada, para exasperación de los aficionados desperdigados entre visitantes -y los Dracs, que nunca abandonan.

Un triple de Sato -quién si no- ponía a los blaugranas por primera vez por delante en el marcador en el ecuador del tercer cuarto, y el Manresa no tardaba ni diez segundos en secundarlo con otro. Fiel reflejo de lo que llevaba sucediendo durante toda la primera mitad, el luminoso acabó 60-65 de cara a vivir el último asalto.

Y el partido tuvo un nombre: Darío Brizuela, el que marcó la diferencia. Grimau decidió darle la oportunidad en los últimos minutos y la ‘mamba vasca’ decidió enmendar él solo todo lo que venía fallando durante el encuentro. Agobiante en defensa e impecable de cara a canasta con siete puntos consecutivos, su sonrisa hizo sonreír a un Palau que arrancó por primera vez con ‘Un día de partit’ y vio que se podía.

Pero no se pudo. El Barça murió de la peor manera posible: perdiendo de un punto en los últimos 5 segundos por tiros libres. 82-83 y honor a un Baxi Manresa de épica.