Pasan los años, pero Gerard Piqué ha demostrado por activa y por pasiva que envejece como el vino. Bien es cierto que su físico ya no es el que era, y cuando tiene que correr hacia atrás puede llegar a sufrir. Pero la inteligencia y la jerarquía que ha desarrollado estos últimos años le hacen ser imprescindible para el Barça tal y como lo conocemos.

Durante sus últimos cuatro partidos de liga hemos visto al Piqué más imperial de la temporada. Pese a que en estos encuentros, el resultado solo ha sido favorable ante el Mallorca – no jugó ante el Elche por acumulación de tarjetas -, el central catalán ha salido reforzado en todos ellos. Solo ha perdido dos de los diez duelos directos que ha disputado con sus marcas. Por arriba ha mostrado una gran fiabilidad, saliendo victorioso en el 75% de duelos de cabeza. Y el dato más esperanzador: en ninguno de esos partidos ha sido regateado.

Piqué ganando por arriba a Rafa Mir. FUENTE: Getty Images

Fuera de los terrenos de juego, sin embargo, el central sigue a lo suyo. Polémicas en Twitter con Toni Freixa, Lluís Canut o incluso la mismísima Liga, le han vuelto a situar en el ojo del huracán. Hay quién dice que debe rebajar sus humos en el aspecto extradeportivo para que no afecte a su nivel de concentración en el campo. Pero lo cierto es que el central ha demostrado que sabe separar esos dos mundos.

Este año, tras el adiós de Messi, el central está desempeñando el papel de capitán como nunca antes. Ya empezó con su rebaja en la ficha, y una vez en el verde, no se detuvo. Ya sea con Araújo, con Éric o con Lenglet de pareja, Piqué ha ejercido de líder de la defensa, y de mentor con los jóvenes. ¿Cuántas veces le habremos visto dar indicaciones en lugar de celebrar un gol este año?

Piqué con el brazalete. FUENTE: Getty Images

Tras un inicio dudoso, y con Araújo y Éric mostrando un buen nivel, había quién se aventuraba a decir que Piqué iba a ser el tercer central de esta plantilla. Ahora se hace imposible imaginar una defensa sin él al frente. Y es él una de las grandes esperanzas para frenar las embestidas de Benzema y Vinicius, que llegan en estado de gracia a la Supercopa.