La noche prometía en Bilbao ya desde minutos antes de la hora prevista para el inicio del partido. En la Catedral se celebraba la eliminación del Real Madrid a manos de sus vecinos, la Real Sociedad de San Sebastián, en un partido de infarto. Tras la pertinente alegría, la afición bilbaína se centraba en llevar en volandas a su equipo desde antes del pitido inicial. Como siempre, jugar en Bilbao es jugar contra 12.
La sorpresa, además de en la otra eliminatoria, saltaba en la alineación compuesta por Quique Setién para el encuentro: Sergi Roberto sustituiría a Griezmann en la banda derecha del ataque, empujando así a Messi a la posición de falso 9. Una decisión ciertamente polémica, ya que el francés está pasando por su mejor momento de forma desde que viste de azulgrana.
La tónica principal del partido se dejó ver desde el primer momento, con ida y vuelta rápidas y una presión altísima de ambos equipos. Siguiendo la estela del partido anterior ante el Levante, Ansu Fati tenía la primera ocasión del encuentro en medio de un choque frenético alentado por la hinchada de los “leones”.
La intensidad en la presión del Athletic, que choca frontalmente con la idea de salida de balón del fútbol de Setién, provocó que el Barça tuviera que jugar en largo sin referencias para dar continuidad a estas jugadas o bien arriesgar en exceso en la salida desde atrás. Los pies de Ter Stegen, más importantes que nunca, recogían la responsabilidad de dar el primer pase, y eso acarreó varios errores que, por fortuna, no tuvieron consecuencias graves para el Barça.
Con Rakitic y De Jong recibiendo a duras penas en tres cuartos de campo y Sergi Roberto prácticamente como un interior más, los azulgranas intentaban sin éxito sacudirse la dura presión a la que estaban sometidos. En el minuto 21, en una de las salidas exitosas, Unai Núñez le sacó a Messi un recorte dentro del área cuando el argentino ya se disponía a rematar con la pierna derecha.
A pesar de la presión altísima, el Barça seguía dominando la posesión, y el cansancio provocó que a partir del minuto 25 el Athletic rebajara algo la presión, que permitió posesiones largas del FC Barcelona y devolver a los rojiblancos a campo propio. Messi, el mayor generador con balón, intentaba una y otra vez encontrar a Ansu para crear peligro en la banda izquierda apoyado en las subidas de Jordi Alba, pero la defensa sólida impidió crear peligro.
Entretanto, el Athletic de Bilbao conseguía generar peligro a través del balón parado, el punto débil del Barça. El partido llegó de esta guisa al descanso, con un Barça muy incómodo e impreciso debido al mérito de los locales. La única nota positiva en el cuadro de Setién eran las salidas con el balón conducido de Messi superando líneas, pero ese recurso es limitado y por supuesto no es el objetivo de juego del Barça.
La segunda mitad dio comienzo de la misma forma, con un Athletic hiperactivo en la presión y el Barça intentando dar pasos sobre seguro para salir desde atrás, esta vez sin complejos en intentar salir en largo cuando la primera opción se tornaba inviable. El primer ajuste de los de Setién llegó en el minuto 57 cuando Antoine Griezmann, el gran sacrificado en el 11 inicial, entraba por Fati para trabajar en el ataque culé.
La influencia del “principito” no tardó en hacerse patente. La merma física del Athletic permitió al Barça salir con algo más de facilidad, y la mayor versatilidad de Griezmann permitió a los de la ciudad condal mover más rápido el balón y llegar con algo más de claridad al ataque, sobre todo aprovechando las llegadas de Frenkie de Jong en segunda línea y las apariciones de Jordi Alba y Sergi Roberto en las bandas, en las que ahora sí que encontraban recorrido y espacios.
En el minuto 71, a punto estuvo de costar un susto al Barça una carrera de Iñaki Williams. El delantero vasco se disponía a superar por velocidad fácilmente a Piqué cuando este tuvo que ir al suelo agarrándole de la camiseta y bajarlo al césped para evitar la internada del “9”. Esto le costó la amarilla al central, la sexta para el Barça en un partido donde la frustración le había pasado factura hasta a Leo Messi, que también había sido amonestado en la primera mitad.
Con la mayor fluidez del juego culé había entrado en el terreno de juego Arthur Melo, otro centrocampista rápido en la toma de decisiones para seguir moviendo al equipo. A penas unos minutos después, el Barça se veía obligado a hacer el tercer cambio ya que Piqué, después de un salto en un balón dividido y en posteriores esfuerzos, había notado unas molestias en la pierna. Umtiti, en el perfil derecho (no en su lado natural), sería el sustituto.
Los últimos minutos del tiempo reglamentario se parecían más al guion habitual del Barça, con el balón bajo su mando y con el Athletic esperando a salir a la contra con la velocidad de Williams. Los “blaugrana” empezaban a encontrarse a sí mismos, con combinaciones interiores entre Arthur, de Jong, Griezmann y Messi, y un pase medido del brasileño hacia el argentino a punto estuvo de matar al Athletic en el minuto 88, pero Unai Simón sacó un pie prodigioso para desviar el esférico y evitar una eliminación casi segura en los 90 minutos.
Cuando ya parecía que el partido se resolvería en el tiempo de prórroga, un cambio de juego extraordinario a la banda derecha del Athletic permitió un centro al área que Iñaki Williams, que lo había estado buscando todo el partido sin éxito, remató en el primer palo cruzado casi de espaldas para superar a Marc-André Ter Stegen. La tragedia se consumaba en el minuto 93, en el último suspiro del partido, cuando el Barça mejor se encontraba.
El Barça se despide de la Copa del Rey en el momento menos apropiado, pero más esperado. Con el vestuario lleno de rumores y disparidades, con la directiva más que cuestionada y un Quique Setién que no tiene manos suficientes para tapar los agujeros del equipo en todos los aspectos, y que además ha cargado con la titánica misión de devolver al Barça su esencia. Se va de la Copa con la sensación de que estos tropiezos, de haberse producido en pretemporada o al inicio de la campaña, dotarían de un sabor distinto a una temporada que ahora parece haber caducado antes de la fecha indicada.