Volvía la Champions y Valverde decidió sacar al campo, por primera vez en lo que va la temporada, a su once de gala al completo. En frente, un Slavia de Praga que había demostrado ser más que la cenicienta del grupo logrando un empate ante el Inter y poniendo en serios apuros al Borussia Dortmund.

Sabedor de que no sería fácil, el Barça salió enchufado desde el inicio y, en el 3’, Messi robó un balón cerca del área, buscó a Arthur y este se lo devolvió cuando el astro ya solo tenía que cruzarlo a la red. Ahí, el ‘10’ no perdona. 1-0 y partido de cara. Lo más difícil estaba hecho.

Lejos de venirse abajo, el Slavia aguantó un chaparrón blaugrana que duró 15 minutos. El Barça robaba instantáneamente los intentos de contra de los checos, atacaba con mucha gente y la ‘MSG’ volvía loca a la zaga con sus constantes permutas de posición. Parecía que el partido se podía acabar pronto, pero no fue así.

Poco a poco, el dominio del Barça se fue evaporando y el Slavia comenzó a enseñar los dientes. Con un remate a bocajarro, primero, y una llegada por banda, después, exigieron a un Ter Stegen que había estado inédito hasta el momento. Los azulgrana parecían haber cedido ante el frío tras el primer cuarto de hora y eran incapaces de evitar las embestidas de los locales. En la cresta de la ola, Olayinka envió un misíl desde la frontal que obligó al portero alemán a volar hasta la escuadra izquierda de su portería justo antes del descanso. Ter Stegen volvía a ser el héroe de los culés. 

Tampoco pareció sentarle bien al Barça el paso por vestuarios. A los cinco minutos de la reanudación, Boril lograba el empate tras un balón largo que su compañero Masopust había ganado ante Piqué y Lenglet. El estadio explotaba y al Barça empezaban a aparecérsele viejos fantasmas. Sin embargo, y pese a que el Slavia no había cesado en su intento de ir a por el partido, Messi volvió a aparecer. En una falta lateral, el argentino colgó el balón al segundo palo en dirección a Suárez y el uruguayo, ayudado por Olayinka, quién termina introduciendo el balón en la portería, lograba el 1-2.  

Parecía la ocasión perfecta para subir los ánimos e ir definitivamente a por el partido, pero el equipo fue incapaz. Ni con la entrada de Dembélé para atacar los espacios que el Slavia dejaba tras su defensa, ni con la entrada de Vidal y Rakitic para igualar la intensidad del rival lograron frenar el ímpetu checo. Los locales seguían llegando y llegando de todas las formas posibles: disparos desde la frontal, balones colgados, segundas jugadas… incluso tuvieron la última en el 95’. Finalmente, la fortuna sonrió a un Barcelona que se llevó los puntos, aunque perdió todas las sensaciones ganadas en los últimos encuentros. Eso sí, tres puntos, líderes de grupo y con pie y medio en octavos.