El Barça no cree en las señales cenizas que presagiaban una noche digna de Halloween en el Palau. Ni la afición verde amenazante e intimidatoria, ni las dos derrotas consecutivas sobrevolando sobre las cabezas de los jugadores y Grimau, ni el escudo culé que parecía mal colocado sobre el parqué, ni la ausencia de un tal argentino que es el tercer máximo asistente de la Euroliga. Les dio absolutamente igual. Un primer cuarto de duda y autoconvencimiento fue la antesala de la auténtica exhibición de baloncesto vivida en Barcelona.

Decibelios y alta tensión acaparaban todo el protagonismo en los prolegómenos del choque de altura entre el Barça y el Panathinaikos en el Palau. Una Jornada 6 en Euroliga que prometía ser de máxima igualdad, con importantes bajas en ambos equipos: Rokas se sumaba a la ya conocida de Laprovittola en el lado blaugrana. Un Panathinaikos de Atenas en construcción desafiaba al Barça en una anímica cuerda floja, viniendo de dos derrotas consecutivas esta semana.

El duelo entre los Hernangómez, la máxima atracción del encuentro. Fuente: @FCBbasket

La incertidumbre sobre el cariz que tomaría el partido y su desenlace se respiraba más que nunca en las gradas, copadas ya de aficionados griegos tiñendo de verde el templo azulgrana desde más de media antes del pistoletazo de salida a poblar la zona visitante y a desperdigarse por el resto de áreas. Sus cánticos intimidatorios no presagiaban nada positivo en una noche que podía volverse terrorífica para los aficionados culés, ensordeciendo los griegos incluso el cántico del himno culé y desluciendo con pitos la presentación de los jugadores del Barça. Y por si fuera poco, el escudo culé miraba algo deslucido y borroso, como si hubiese sido preparado con miedo a lo que podría acontecer y no con el gozo que merece estar a punto de presenciar un partidazo de este nivel.

Los Dracs, lejos de intimidarse, fueron calentando ‘in crescendo’ a medida que empezaba el partido y se prendía en el parqué, que es lo verdaderamente trascendental en lo deportivo. Y entre el público destacaba el disfrute de los checos a pie de pista, ataviados con camisetas de sus compatriotas Vesely y Satoransky. Precisamente Vesely, queriendo seguir la tendencia de los últimos encuentros, falló el primer tiro libre para después jurarse no errar ninguno más. Y con ese convencimiento se cargó el juego al hombro y la capa de Supermanen un equipo algo desconectado y dubitativo hasta esa inflexión.

Vesely y Paulí, de los mejores del partido. Fuente: @FCBbasket

El Barça jugó el primer cuarto quizá demasiado consciente de las bajas y del momento del que venía, haciendo buenas sus recuperaciones y movimientos de balón para después fallar sencillas definiciones. Sn creerse que bien podía aplastar a este Panathinaikos, permitió a los griegos reducir cada distancia conseguida hasta finalizar el primer cuarto con un 21-20 de máxima igualdad. Decibelios, decibelios y más decibelios, pero el Palau no volvió a permitir que los verdes les ganasen en voltaje.

El segundo cuarto fue el del convencimiento, el del traspaso de la positividad vivida en la grada para prometerle a los jugadores que sí podían, que se olía la sangre. El Palau se levantó con un mate de Abrines, para transicionar a un bloqueo de Willy y un canastón de Paulí que se hizo mayor de repente. Porque sí, el descartado habitual fue el primero en creérselo y se fue al vestuario con siete puntos en escasos cinco minutos y la afición en el bolsillo. Y Parker, algo envidioso del héroe inesperado, le seguía apresurado para superarle con ocho. Doce arriba al descanso ante la presencia en el palco de Joan Laporta, que vio oportuno insuflar con apoyo incondicional a la sección en la semana más complicada de los de Grimau.

La historia ya se había encaminado en la primera mitad y los guionistas no tuvieron más que adornarla en la segunda. Los jugadores hermanados y llevados en volandas por la animación se fueron a 20 puntos arriba de los griegos. El Barça se envolvió en un baile que no invitaba más que a disfrutar, y un Panathinaikos hundido la miseria perdía la pelota incluso antes de salir de debajo de su propio aro. 71-47 esperaron en el marcador a un último cuarto de ajusticiamiento.

Si este deporte se basase exclusivamente en mentalidad y autoestima, los de Grimau demostraron este viernes que es candidato a todo, con Oriol Paulí como MVP y máximo estandarte de la actitud en mayúsculas y negrita. Y a menudo resulta la única vía hacia el triunfo, la única manera de sostenerse jugando con esta alegría hasta el final de las temporadas. El Barça ya no es invicto en Euroliga, touché, pero resulta que a la larga puede dar absolutamente igual. Como al equipo las señales cenizas.