A veces hay que dar un paso atrás para después avanzar dos hacia adelante o incluso dejar de lado todo aquello que tanto deseaste y que un día se llegó a convertir en “un sueño hecho realidad”.

La crisis interna del propio Barça, las consecuencias económicas de una pandemia mundial, la llamada de un entrenador que dice que cuenta contigo… Hay muchos factores que podrían haber alterado el futuro de Philippe Coutinho, quien en un principio, parecía estar más fuera que dentro del equipo. Se especuló e incluso se le vinculó con distintos equipos europeos pero volvió a la que un día fue su casa para mostrar la cara oculta que, desde que llegó en 2018, muy pocas veces había estado visible.

El fichaje más caro de la historia del Barça, tuvo que salir a brillar a otro club –en realidad no destacó mucho- para convencer, de una vez por todas, a un entrenador. Ahora, el brasileño regresa a la que un día fue su casa, habiendo ganado el triplete con el Bayern de Munich, pero sobre todo y lo que más le interesa al Barça es el cambio físico que ha mostrado en tan solo un año, a base de entrenamientos y de trabajo, algo que durante un largo tiempo no ha existido en Barcelona.

El rol de Coutinho

Con Ernesto Valverde a la cabeza del equipo, el puesto en el que mejor se defendió el centrocampista brasileño fue en el de la cesión. Se marchó sin ser él, cabizbajo, sin que nada le saliera e incluso llegó a perder la sonrisa brillante que tanto le caracteriza. Quizás la presión de ser “el sustituto de Neymar”, de ser “el fichaje más caro de la historia del club” o el simple hecho de no jugar en un sistema que le beneficiara hicieron que Coutinho perdiera su “samba”.

Ahora con Koeman en el banquillo y con dos amistosos de pretemporada disputados, se ha dejado entrever que ‘Cou’ podría llegar a ser una pieza clave en el 4-2-3-2 del técnico holandés.

En el primer encuentro frente al Nástic, pudimos ver al de Río jugando como media punta, detrás de los delanteros, la demarcación en la que mejor se desenvuelve. Además, jugando por delante del doble pivote que propone Koeman, el brasileño tiene más libertad a la hora de moverse en ataque y se desvincula, de alguna forma, del trabajo defensivo. Por otro lado, este sistema también le permitiría tener más llegada al área rival, como ya vimos en el gol ante el Girona.

En el derbi le tocó volver a jugar como extremo, el puesto que tantos quebraderos de cabeza le creó en la “era Valverde”, pero esta vez parecía distinto. Salió con ganas, con actitud y mostrando un nivel infinitamente superior al que nos tenía acostumbrados a los aficionados culés.

En este nuevo sistema de Koeman, Coutinho tiene un papel que le permite aprovechar la libertad de Messi y los desmarques constantes de Griezmann para atacar al punto débil del rival y, de esta manera, generar desequilibrio y ser el jugador que genere la verticalidad que tanto echamos de menos.

Coutinho y Griezmann celebrando un gol.
Coutinho y Griezmann celebrando un gol.

Para crear un gran cambio, primero hay que generar uno pequeño y puede que este sea el principio de una nueva era en la que el brasileño puede ser una pieza clave. Koeman ya lo dijo al terminar el segundo amistoso: “está con mucho ánimo, entrena y juega bien”. Esta vez tiene el apoyo del entrenador y parece que, poco a poco, vuelve a ganarse la confianza de la afición, aquella con la que un día se encaró y con la que ahora está dispuesto a remar hacia una nueva dirección, juntos, en un mismo barco.