El mundo del fútbol ha sido partícipe, casi con total seguridad, de uno de los mayores escándalos de los últimos años: la segunda expulsión de Messi en su carrera deportiva, casualmente también con Argentina.

En el partido que nadie quería jugar por el tercer y cuarto puesto, Argentina y Chile se veían las caras para disputarse algo más que el honor. En el recuerdo las dos últimas finales de Copa América entre ambas selecciones, así que no era una cita cualquiera, sino una de las más especiales para saldar cuentas pendientes. Lo que debía haber sido una fiesta, acabó siendo una denigrante imagen de la organización representante del torneo de Sudamérica, y de la que no tardaron en destapar la supuesta trama y corrupción provocada por las descaradas decisiones arbitrales que, en la lógica de este deporte, no tienen cabida.

En una disputa de balón entre Lionel Messi y Gary Medel que acabó en saque de puerta, saltaron chispas. Aunque es cierto que el argentino le suelta un pequeño empujón, los nervios del chileno se dispararon, como de costumbre en él, y se tradujo en varios cara a cara. Sin capacidad de reacción, el árbitro paraguayo Mario Díaz de Vivar decidió expulsarles con roja directa. Con este criterio, las opinión pública encendió. Nadie lo entendía. Este tipo de enfrentamientos ocurre en cada partido y no precisamente acaba en expulsiones inmediatas, sino en toque de atención, bien con amonestación verbal o con tarjeta amarilla.

Lo único cierto es que a Messi le pasaron factura sus duras críticas hacia la CONMEBOL después del partido contra Brasil, en el que ni el VAR decidió analizar dos penaltis más que dudosos. En forma de protesta, el capitán argentino decidió no recoger la medalla que acreditaba a su selección como tercer finalista del torneo, incrementando aún más la polémica. Tras la “final del honor”, los medios volvieron a recoger momentos inéditos del monumental enfado de rey del fútbol, declarando duramente que la copa estaba armada para Brasil y que no quería ser partícipe de la corrupción de la misma. La organización lanzó un comunicado poco después en el que, sin mencionar al crack, se defendía de las inaceptables acusaciones. Habría que remontarse hasta 2005 para ver la última imagen de Messi camino a vestuarios durante la disputa del partido, precisamente también defendiendo la camiseta de la selección.

Ahora debe alejarse de toda la polémica y recargar pilas después de este duro final de temporada para volver mejor que nunca, aún más si cabe.