No hay partido que genere mayor entusiasmo entre el aficionado culé que El Clásico entre Barcelona y Real Madrid. Los aspectos extradeportivos como el caso Negreira y la no asistencia de Florentino Pérez al palco han quedado al margen durante los 95 minutos del partido de la temporada. Era el partido con todas las mayúsculas. El que podía decidir la balanza de la Liga o dar alas a los blancos. El de la dicotomía entre afianzarse en el trono o el de la agonía del qué pasará. 

Que el fútbol es un estado de ánimo es una de las frases que más ejemplifica lo que puede variar un encuentro en cuestión de segundos. Que se lo digan al Barcelona con Sergi Roberto que consiguió, inesperadamente, poner remedio al autogol de Araujo, sobre la bocina de la primera parte.

El Spotify Camp Nou cobra vida con los 95.745 aficionados que han estado presentes. Un empuje encomiable que ha llevado al equipo en volandas. Cada disputa, jugada o amonestación iba acompañada de vítores o abucheos para recriminar las decisiones de Ricardo Burgos Bengoetxea. Como el manotazo de Nacho a Raphinha que quedó impune y suponía la expulsión por segunda tarjeta.

Empezó agitado el encuentro con las llegadas de los azulgrana. Tomó Lewandowski un reverso de los que acostumbraba hacer en el primer tramo de la temporada, pero sin traspasar al inexpugnable Courtois. Intentó también Raphinha sorprender con un cabezazo con la misma suerte que su compañero. Y fue entonces cuando el 0-1 cayó como un jarro de agua helada sobre el elenco de Xavi Hernández.

Alejandro Balde exteriorizaba su frustración y sus compañeros no conseguían potenciar sus virtudes. La presión maximizada del cuadro culé a toda la defensa visitante dejaba carta blanca a Luka Modric como centrocampista más libre. Y con el croata con mayor libertad de movimientos el Madrid progresaba en ataque con las incursiones de Nacho y Vinicius. Fue el brasileño el que constató su atrevimiento colándose hasta el área de Ter Stegen en varias acciones en las que superó a Ronald Araújo.

Echó en falta el equipo de la Ciudad Condal a Pedri con poco dinamismo en el juego interior y marcaron los centrales el progreso en ataque. El bascular en “V” ofensivamente propiciaba un juego más directo que dejaba desnuda la sala de máquinas.

Y fue entonces cuando el partido volvió a tomar un cambio de rumbo. Nacho se jugó la expulsión con un manotazo en la cara a Raphinha y el Barcelona encontró algo de luz con un “héroe inesperado”. Por algún motivo hay actores secundarios que se ganan el cariño del espectador y es ahí cuando Sergi Roberto, la principal sorpresa del once y MVP del partido, hacía enloquecer el Spotify Camp Nou. Un chute de Raphinha, un rebote y un rechace que tenía nombre y apellidos. El empate apaciguaba las aguas con el descanso de la primera parte y abría un nuevo encuentro en los siguientes 45 minutos.

Con el pistoletazo de la segunda parte el Barcelona tomaría la delantera. Le arrebató Nacho a Raphinha la que podría haber sido la jugada del segundo gol. Y continuó la grada animando con escepticismo por las pérdidas de balón. Si los de Xavi recuperaban rápido, las pérdidas de balón llevaban el mismo camino.

Sergio Busquets, el jugador con más clásicos disputados, sigue siendo el alma mater del equipo azulgrana. El pulpo de Badía ha sido el encargado de recuperar y bailar al ritmo de una peonza como solo él sabe. Y si Busquets ha sido vital, el mejor del partido ha sido claramente Raphinha, con el descaro que tanto necesita el Barcelona por la ausencia de Ousmane Dembélé. Lo mismo ha sido el más desequilibrante en banda que tirando una pared en la misma área del rival.

Lo volvió a intentar Robert Lewandowski colocando el esférico al palo derecho de Courtois. Y la perseverancia del quién la sigue la consigue llegaría hasta sus últimas consecuencias. Porque solo el gol anulado a Marco Asensio, tras varios avisos de Vinicius, hizo sufrir al culé durante los minutos de revisión del VAR. La decisión del no gol, que puede llegar a valer una Liga, y la consiguiente respuesta del estadio para demostrar lo irrefutable. El Barcelona, con el empuje de su afición, iba a ganar el partido. La entrada de Franck Kessié implicaría la llegada del héroe inesperado para alcanzar la gloria. Si en la pasada temporada era Luuk De Jong el que consiguió revertir su dinámica, en la presente ha sido el costamarfileño.

Oteó Balde el horizonte y encontró en Kessié a su socio idílico. A ‘Il presidente’ le bastó con marcar el gol de su vida y entonces el estadio se cayó. Llovieron bengalas de celebración y los aficionados saltaron como si no hubiera un mañana. Porque el Barcelona a falta de 12 jornadas ya se siente campeón, con una distancia inapelable de 12 puntos, y la comunión final con la grada es el preludio del desenlace liguero.