Tras abrir la lata ante el Levante, en vez de buscar un segundo gol que finiquite el encuentro y evite sustos de última hora, Ronald Koeman decidió dar entrada en el descuento a Umtiti para amarrar el 1-0 con cinco defensas. Algo insólito en un club como el Barça, aunque, vistos los últimos resultados en la competición doméstica, el técnico azulgrana intentó asegurar desesperadamente los tres puntos.
No es la primera vez ni será la última en la que Koeman juegue a la ruleta rusa conforme vaya el partido. Si se va perdiendo, mete en el terreno de juego a todos los delanteros que tenga, como ocurrió en el Coliseum ante el Getafe o en el último Clásico, donde en ambos encuentros llegó a acumular cinco delanteros; mientras que si va ganando con un resultado ajustado en el marcador, como ante el Levante, realiza el mismo modus operandi pero al contrario, llenando el campo de defensores. Decisiones e improvisaciones impropias de un entrenador del Barcelona.
Partidos y momentos que pedían a gritos la entrada de centrocampistas que cambiasen de ritmo el encuentro, aportasen la frescura necesaria y diesen control. Jugadores jóvenes y con más ganas que los veteranos de poder triunfar en el club de su vida, como Aleñá o Riqui Puig, aunque ambos no entren en los planes del holandés.
Otro caso es el de Pjanic, un futbolista que vino para aportar esa cualidad que pocos tienen: el pase entre líneas y en profundidad. Ese toque exquisito y que puede desencajar un partido. El bosnio, con una etiqueta casi galáctica (60M€), tampoco está siendo un habitual, y menos en los momentos donde el equipo necesita de su temple y riesgo.
Especialmente, en el caso del ‘12’ blaugrana, quien es de los jugadores con menos minutos del primer equipo, con solo 77. Un jugador al que, además, no deja de enviarle dardos en cada rueda de prensa, y es que aquel descarte en el Gamper, fue toda una declaración de intenciones, convirtiendo lo deportivo en algo personal.