Se acabó. Se le esfumó el sueño europeo al Barça anoche en el Palau Blaugrana en un choque en el que los dos equipos se quedaron devotos y a la merced de sendas ‘masterclasses’ defensivas, dejando un marcador inusualmente bajo (59-63). Aunque lo peor, más que el resultado final de la serie frente a Olympiacos, fue la aguja que pinchó la burbuja de manera definitiva: ante su gente, en un bajón del último cuarto tras haber sido los blaugranas superiores durante el resto del encuentro y con la premisa de que nadie hasta ayer había conseguido vencer el quinto partido de play-offs de Euroliga como visitante. Aunque mal de muchos es consuelo de tontos, y al menos Saras, con su Fenerbahce, ya había roto la estadística en Mónaco esa misma tarde. De lo contrario la losa sería aún más pesada para un equipo que tiene en las gradas del Palau su mayor fortuna y fortaleza.
El comienzo del partido, sin puntos por parte de ambos equipos tras los dos primeros minutos -y con triple y mate fallidos de Laprovittola y Parker respectivamente- ya daba muchas pistas de lo que sería la dinámica hasta la bocina final. Dos equipos igualados durante toda la serie, muy rocosos e inspirados en la noche de ayer defensivamente y sin hallar una chispa extra en ataque. Nicolás fue el que se llevó la primera canasta y el que se echaría a la espalda el (escaso) peso anotador del equipo ante un pabellón completamente devoto a cada acierto de los jugadores blaugranas. Se pusieron en pie por primera vez con dos triples consecutivos del argentino y con los rebotes de un Ricky Rubio muy enchufado y pendiente, y muchos no volvieron a sentarse.
El primer cuarto se cerró con un 12-9 a favor de los culés, brecha que hubiera sido más acertada por los errores de cara al aro especialmente a media distancia. Los de Grimau se mostraban con una férrea y esperanzadora solidez defensiva, los deberes que había que amaestrar tras la debacle del cuarto partido en el Pireo, y la muñeca del argentino (con 13 puntos) acompañó durante la primera mitad del segundo cuarto, 25-17. Olympiacos no cejó en su empeño y continuó presionando en ataque, creciéndose en los bloqueos y abrazándose a un arbitraje desquiciante para el Barça en el tercer cuarto.
Olympiacos se puso a un punto y llegó la hora de la verdad. Los blaugranas, que en otros momentos de la temporada se habían disuelto como un azucarillo al llegar puntos adversos en cada encuentro, conseguían ir manteniendo el tipo liderados por un Abrines que comenzaba a lucir sus destellos relámpago desde la línea de triple, característico ya en cada uno de los peores tramos. Desde esa misma pintura, la de tres, consiguieron empatar los griegos por primera vez en el partido (40-40), suponiendo el primer punto de inflexión del encuentro.
Los blaugranas continuaron fieles y a la altura de un pabellón que se negaba a bajar los brazos, imponiéndose de nuevo en el luminoso, cuando llegó la jugada que lo cambiaría todo. Con un 49-49 clamando en el tejado del viejo pabellón, McKissic rezó una oración al dios del baloncesto y, medio cayendo, lanzó un triple que rebotó tres veces en el aro antes de entrar. A partir de ahí, euforia griega y decisiones temblorosas de los blaugranas.
Bertzokas confesaba en rueda de prensa que todo lo debía a sus jugadores, a su fe, a su empuje y a la ‘confianza mutua entre ellos’. Quién sabe si fue la ilusión y las ganas griegas o lo fue la falta de espíritu de equipo por parte de los blaugranas, pero el baño táctico de los griegos en el último cuarto fue clamoroso. Como decía el ex del Barça, habían tratado de anular por completo a Vesely presionando a los bases culés y que no pasaran el balón cuando lo trasladaban a las esquinas. Y con Jan y Willy desaparecidos, todo el ataque se apoyaba en la muñeca de unos exteriores que no tuvieron su día. Final de la película.
Ya entrando en el último minuto los primeros aficionados se marchaban, negando con la cabeza, del templo de Barcelona, entre recriminaciones de Satoransky y lágrimas de Alex Abrines. Noche aciaga para un vestuario que dice adiós a la parte troncal de la temporada y que deberá reflexionar largo y tendido sobre un cambio de ruta. Al menos este año, el camino hacia Berlín no se ha encontrado.