A este año tan atípico, apenas le queda tiempo. El barcelonismo está aguantando golpes de todos los frentes posibles, y aun así, resiste. Una temporada en blanco, tres entrenadores, jugadores que salen por la puerta de atrás, el burofax de su máxima leyenda, una moción de censura, y ahora, convivir con la fina línea entre el bien y el mal: seguir confiando o abandonar el barco.

Es sabido por todos que la situación a la que se ha llegado viene arrastrándose de temporadas atrás, no es producto del COVID-19, como algunos quieren hacernos ver. El balón es el pilar fundamental que da sentido a la filosofía del Barcelona, y es por ello que se trabaja con el esférico hasta que pasamos por el altar, o en otras palabras, hasta que se conoce el amor. Ya en las categorías inferiores adaptamos a los jóvenes a una formación especializada, unos controles precisos, y un adorno del juego que no se enseña en ningún otro lugar del mundo. El club pasa hoy por una de esas fases a las que nunca se imaginó llegar. Económicamente es un problema que camina a la deriva sin una solución ‘cortoplacista’, a la espera del próximo presidente. Deportivamente, las decisiones que se proponen desde la jerarquía técnica, tampoco son las mejores.

Pero la esperanza la tenemos en nuestras propias manos y parece ser que nadie la quiere ver, o no conviene verla, por una u otra razón. Se ha demostrado que, como es natural, todos los que conforman la Masía no van a llegar a tener su oportunidad, es imposible. Tampoco que cada año vaya a salir un Xavi o un Iniesta, pero sí jóvenes que adopten sus movimientos porque para ellos son las máximas referencias. Y además, les duele cada derrota como corazón de la institución que son. Por ello tenemos que hablar de Riqui Puig, un chico particular al cual no le están dando las oportunidades que se merece, pero que lo hace todo bien. Dijeron de él que no tenía físico, que no recuperaba balones, o que simplemente no tenía hueco entre tantos centrocampistas. Sin embargo, su respuesta fue demostrarlo en el campo.

Riqui Puig, el mejor socio para Messi. Fuente: Getty

Tras los minutos ante la Juventus -sorprendentemente-, Koeman quedó evidenciado por tener prácticamente apartado al mejor futbolista de la media durante gran tramo de la temporada. En el ostracismo, Riqui ha sabido ser paciente porque tenía algo que el resto de los que ahora acumulan minutos no tienen: sentimiento por la camiseta. Y, además, una técnica elegante para aportar las soluciones que el equipo necesita, como los pases entre líneas, la constancia de movimientos en los apoyos, uno contra uno y facilidad para controlar el juego, además de dar pausa al equipo. Es algo tan sencillo que ni De Jong ni Pjanic están siendo capaces de interpretar, teniendo en cuenta de que entre ambos se pagó 140M€, y ya venían con un status consolidado. El mérito del canterano está en seguir trabajando con la ilusión del primer día para llegar a ser parte de esa fantasía que el Barça sigue empeñado en conseguir a base de talonario, cuando lo tiene de un valor incalculable en sus filas.