El Barça de Pep Guardiola es uno de los equipos más laureados de la historia reciente del fútbol, pero posiblemente su transcendencia va más allá de los títulos. El modelo de juego y la manera de entender la táctica planteada por el entrenador de Sampedor convirtió al conjunto blaugrana en la referencia mundial durante los cuatro años que estuvo en el cargo. Dos Champions League consiguió conquistar en ese periodo de tiempo, llegando en la segunda de ellas a alcanzar su máximo esplendor futbolístico.
El estadio londinense de Wembley fue testigo el 28 de mayo de 2011 de la que es una de las exhibiciones más recordadas en una final de Champions League. El Barça no solo empequeñeció a un histórico como el Manchester United, sino que lo hizo haciendo uso de unos ideales perfectamente instaurados contra los cuales Sir Alex Ferguson reconoció abiertamente años después no haber sido capaz de competir.
El Manchester United salió mejor al terreno de juego, donde incomodó mínimamente la portería de Víctor Valdés. Diez minutos duró ese espejismo. El Barça recuperó la pelota, hizo del juego de posición su mejor arma y se adueñó completamente del partido pasado ese pequeño susto inicial, para convertir la final en un monólogo culé comandado por Xavi e Iniesta.
Si algo caracterizaba al equipo de Guardiola era su enorme superioridad en el centro del campo, convirtiendo así a Carrick y a Giggs en dos hombres que corrían simplemente detrás del balón. Al centro del campo formado por Busquets, Xavi e Iniesta se sumó Dani Alves, convirtiéndose en un interior más. De esta manera dejó en un segundo plano sus labores defensivas, pero no sus incursiones por la banda derecha, pasando a cerrar con una defensa de tres con Mascherano, Abidal y Piqué. Esto fue clave para adueñarse del partido.
Messi marcando el segundo gol de la final. Fuente: SER
Del resto se encargaron los tres de arriba. Messi destrozó al United en la zona de tres cuartos desde su posición de falso nueve, dejando sin una marca fija a los centrales y ganando siempre la espalda a los centrocampistas. Este espacio fue ocupado por David Villa, que partiendo desde banda derecha tendía a caer al centro, dejando el carril a Alves y sumando un hombre más cerca del área. Pedro fue el desborde desde la izquierda y el hombre que abrió la lata, siguiendo con su idilio de marcar goles en las grandes citas. El tinerfeño adelantó al Barça, Messi recuperó la ventaja tras el empate de Rooney y Villa sentenció la final a falta de 20 minutos para el final. Una actuación magnifica de la delantera denominada como “MVP”.
Pudo haber sido más
3-1, un resultado corto teniendo en cuenta lo visto sobre el césped. La superioridad fue tan aplastante que siempre perdurará más eso en el recuerdo de las personas que vieron el partido que el propio computo general de goles. El Barça perdonó al United de una derrota numéricamente histórica, y prefirió pasar a la historia por su juego. Posesiones larguísimas donde el United no era ni siquiera capaz de tener el balón en su poder durante más de medio minuto, minimizando las aspiraciones del conjunto inglés y llevándolos hasta la desesperación.
Si estos jugadores ya llevaban tres años maravillando al mundo, solo éxitos como éste les iban a catapultar al olimpo. El sextete del año 2009 y las victorias abultadas por 2-6 y 5-0 al Madrid serán hitos para el recuerdo, pero nada como esta final ante el Manchester United donde se rubricó en su máxima expresión todo lo realizado años atrás. Y es que visto con perspectiva, resulta imposible imaginar una situación idéntica donde se reúnan otra vez todos los factores necesarios para formar un equipo tan perfecto como lo fue aquel.
Abidal levantando la Champions. Fuente: AS