Vitor Roque salió en la segunda parte, pero le sobró tiempo para darle la victoria a su equipo e ilusionar, de nuevo, a la grada. Ante un Osasuna muy encerrado, al Barça le costó encontrar soluciones en ataque hasta la entrada del brasileño, pero terminó certificando una victoria vital para el aspecto anímico del equipo.

El partido comenzaba con la peor de las noticias para los culés. Ferran, después de que Xavi lo alabara antes del inicio del partido, se marchaba entre lágrimas del terreno de juego. Y lesionado. Por él entraba Fermín, que lucía su nuevo dorsal, el 16. Después de una ovación atronadora para el delantero blaugrana, en Montjuic se hacía el silencio. Si la situación con las lesiones ya era crítica, pero con la nueva lesión todavía lo sería más.

Pero el Barça debía abstraerse, hacer su partido, y rendir en su primer encuentro tras el anuncio de la marcha de Xavi. Con Lamine y Cancelo muy abiertos, el equipo cerraba con tres centrales e intentaba coser el juego por dentro. Pero más allá de algún destello de los centrocampistas, el equipo no conseguía generar demasiado peligro, ante un bloque del Osasuna sorprendentemente cerrado. Así terminó la primera parte, con un par de sustos en la portería de Iñaki y un remate desviado de Fermín que a punto estuvo de significar el 1-0.

La segunda parte comenzaba como lo terminó la primera. Un Osasuna que apenas concedía espacios trataba de minimizar a un Barça que, pese al dominio, parecía lejos del gol. El público comenzaba a impacientarse, gritando a sus jugadores que probaran más el disparo. Y aplaudieron de nuevo en el minuto 14 de la segunda parte, cuando Vitor Roque saltaba al terreno de juego. Aún no sabían que en pocos minutos marcaría su primer gol como culé. Cancelo la puso con música con el exterior y el brasileño se impuso en el primer palo: Montjuic lo celebró a lo grande.

    Vitor Roque celebrando el gol (Photo by Alex Caparros/Getty Images)

Pocos minutos después, el Osasuna perdía a Unai García por doble amarilla, que le allanaba la victoria al Barça. Entre cánticos a Xavi, Montjuic, al menos por un instante, se ilusionaba de nuevo.