Soy estudiante de universidad, estoy trabajando, organizo proyectos personales, mantengo responsabilidades familiares, e intento solventar cada adversidad que se me cruza por delante. Este último fin de semana lo he pasado en la ciudad condal, la que considero mi segunda casa después de Cádiz, y tras hacerme más de 1500 kilómetros en tres días, puedo decir que volvería a repetirlo una y otra vez, porque me apasiona lo que me encanta, y ese motivo tiene nombre y apellido.

Decía recientemente Gerard Piqué en una entrevista para ‘El País’ que en el Barça entendían su situación fuera del club: negocios, reuniones, viajes, etc. Puedo deducir que ese trato especial respecto a algunos de sus compañeros se lo ha ganado por su trayectoria. Desde que él está aquí, cero dudas de su compromiso, pese a que varios de sus entrenadores le sonrojaron la cara alguna que otra vez, y el resto de técnicos, tragaron –y actualmente tragan- con sus juegos de mesa. Además, el central se ha mostrado preocupado por dormir unas cinco horas diarias, lo que implica un riesgo suicida para un deportista de élite como lo es él, se supone. Pero el problema no es ese. Cada uno puede hacer con su vida lo que realmente quiera, y expresar lo que buenamente sienta. Lo que no se puede hacer es escupir para arriba, porque quizás, pueda caer sobre la cara de uno mismo.

Dejando a un lado al señor Ernesto Valverde, que parte de culpa tendrá en este asunto por no estar informado de ciertas acciones de sus trabajadores, la mano dura vuelve a brillar por su ausencia. No seré yo el que diga que un futbolista deba dedicarse a vivir del balón cada minuto de su vida, pero cuando uno ejerce su profesión, todos estamos obligados a dar el máximo, y si te expones a tanta repercusión, con más motivo. Porque luego sacan los trapos sucios del cajón, luego te dicen cuatro verdades que dejan evidencia tu estado físico y el de tus compañeros, y te sale defender lo indefendible. Que está muy bien que vayas a programas de televisión o radio para echarte unas risas, que estés empezando a tratar con diferentes medios para que den voz a tus ideas, o que uses las redes sociales para captar el ‘buenrollismo’ de quienes te han podido odiar. Está genial, de verdad.

Piqué y David Broncano
en el programa ‘La Resistencia’.

Lo que no eres capaz de explicarnos a nosotros, los que te valoramos como profesional, son tus escapadas sin conocimiento ni autorización de tus jefes, tu falta de autocrítica que mantiene en vilo a la afición por los malos resultados y el pésimo juego, tu escaso apoyo y lección de falsa disciplina al joven francés que tiene un nefasto partido, y que a día de hoy sigue sin integrarse en el equipo, o tus tarjetas forzadas sin estar cerrada la clasificación de la Champions. Porque claro, como vamos tan bien de defensas y además no quisimos fichar a tu relevo natural para no molestar a nadie… barcelonismo puro. Para querer marcar el quinto en el Bernabéu y enseñar la manita todos somos culés; para mirar al palco y hacer un gesto reivindicativo contra la actuación arbitral que acapare portadas, también. O mejor aún, proponer un aplazamiento del correspondiente salario para que salgan las cuentas y repescar a jugadores que mancharon el nombre del escudo que defiendes. Esa es la coronación suprema de un capitán.

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Piqué y Neymar Jr en el famoso ‘se queda’.

Muchos futbolistas que apenas ganaron nada en su carrera deportiva se implicaron en fortalecer la lealtad a un deporte que poco a poco pierde su esencia, e incluso algunos de ellos que fueron campeones de todo, siguieron esforzándose para seguir siendo competitivos. A Puyol no le hacía falta motivación externa para partirse la cara con estos colores y tener el honor de apartarse cuando ya no daba más de sí, o a Xavi, que apenas siendo protagonista en su último año aquí, jamás se le vio fuera de forma por aceptar un rol de suplente. Esa es la diferencia señor presidente, que mucha gente humilde se recorre océanos para ir al Camp Nou por primera vez, gastan sus sueldos con la ilusión de disfrutar, o que, desde el sofá de casa y no menos meritorio por la falta de desplazamiento, aguanten el sufrimiento durante dos horas de ver a un grupo de amigos que está más tiempo pensando en lo que va a hacer mañana que en defender un córner que te puede dar una final de Champions. Más compromiso y más cabeza, que para ser símbolo unánime del Fútbol Club Barcelona, primero hay que querer mucho al Fútbol Club Barcelona. Sin tantas palabras y poniéndole más corazón.