Esta semana hemos vivido el retorno del rey de la banda derecha y de los títulos futbolísticos. Dani Alves, el mejor socio de Messi, pasó los 8 años más gloriosos de su carrera en Can Barça, y ha vuelto a casa cuando el club más lo necesita. Mentor y guía, puede aportar el carácter, la experiencia, la técnica y la ambición que les faltan tanto a sus compañeros de posición como al resto del vestuario.

Pocas no han sido las críticas hacia este fichaje, que no se ha entendido por dos principales factores: la veteranía del brasileño, 38 años; y que su presencia acarrea una romántica vuelta a la era Messi, etapa a la que se pretendía dar carpetazo de una vez por todas para dar paso a la nueva generación de jóvenes bajo la batuta de Xavi y el ala de Laporta.

Pero los aspectos positivos destrozan la balanza a favor del mítico Alves. Pese a que no puede jugar hasta que se abra la ventana de fichajes en enero, tiene meses para ponerse a punto en cuanto a estado de forma y aclimatación en la plantilla. Xavi será el que decida el rol que ocupa en la dinámica de juego, y Dani ha dejado claro que está entrenando de lateral y va a pelear por ganar su espacio, como un guerrillero. Además de devolver al Barça al sitio que le pertenece, en su mente está un objetivo: ir convocado al Mundial de Qatar 2022.

Alves besando el escudo de su vida en su segunda presentación como culé. Fuente: Getty Images

Para el entrenador catalán, la presencia de Alves en el vestuario avivará la competencia de Sergi Roberto, Sergiño Dest y Óscar Mingueza en la banda derecha, jugadores que presentan errores y altibajos. Y es que, desde la marcha del brasileño en 2016, el club no ha sido capaz de ocupar el vacío que dejó el mejor lateral derecho de la historia. Habrá que dosificar sus esfuerzos físicos por su edad, aunque demostró un nivel impresionante en los JJOO de Tokio, que lleva tatuados consigo. Pese a ello, el equipo se servirá de su veteranía en La Liga y de su capacidad ofensiva en una banda que ha perdido importancia e imprevisibilidad en ese aspecto, puesto que su polifacetismo viene de lejos: en el Sevilla jugó de extremo, de interior derecho, de medio centro y hasta de delantero.

Laporta ha presumido de su gran sintonía con el jugador. Fuente: Getty Images

Con él, el Barcelona recupera sus grandes centros, sus lanzamientos de falta, sus golazos desde fuera del área y su capacidad para desequilibrar y filtrar balones incluso en las defensas más férreas. Alves ha estudiado junto a Xavi en la escuela de dos de los mejores entrenadores de la historia culé, Pep y Lucho, y explotará desplazándose al centro para combinar con el extremo bien abierto, ganando la profundidad que tanto gusta en un modelo de juego como el culé. Por otro lado, puede destacar su dinamismo posicional: se adaptaría a la perfección jugando mucho más ofensivamente de extremo en un esquema de 3 centrales, marcando al lateral rival, conectando con los delanteros a base de centros y superando con su velocidad en el uno contra uno.

Xavi y Alves celebrando un gol hace más de una década. Ahora se reencuentran con diferentes papeles. Fuente: Getty Images

Un especial beneficiado por su vuelta puede ser Dest, del que ha dicho “nos vamos a aportar mutuamente, tiene todo para ser un grande. Muchas veces hay que arropar a estos jugadores, que son jóvenes.” Al estadounidense se le está brindando la oportunidad de aprender del mejor en lo suyo y explotar su potencial, adaptándose al sello de un club en el que, por su juventud y sus dificultades de adaptación a una liga completamente diferente, todavía no se ha asentado del todo.

En este “teen Barça”, un jugador con la experiencia de liderar tanto dentro como fuera del campo y con la capacidad de superar cada situación adversa viene como agua de mayo. Junto a Jordi Alba, serán los precursores del relevo generacional en las bandas, que pasará progresivamente a Balde y Dest cuando hayan tomado nota de sus maestros y cogido el relevo. Y todas estas aportaciones vendrán acompañadas de un salario irrisorio, adaptado a la situación económica culé. Ni una pega.