Sensación de juicio final en el Palau Blaugrana, de liberación o prisión permanente revisable, de vida o muerte. El Barça atraviesa su peor racha de la temporada, como admitía el propio técnico durante la rueda de prensa posterior a la derrota en el derbi contra el Manresa, y necesitaba desesperadamente un oasis en la travesía por el desierto.

Y se encontró con que el Milan propiciaría un escenario digno del Día de la Marmota.

Grimau sorprendió y extrañó a los aficionados antes de comenzar, escogiendo a Brizuela –‘mini’ premio por el buen último cuarto del último partido- y Willy para acompañar a los habituales Da Silva, Satoransky y Kalinic de salida. Y se gritaba ‘acción’ de la pesadilla: órdago inicial del Milan abriendo la cartilla con cuatro triples. Buscó la rápida reacción el conjunto blaugrana vía puntos de Willy Hernangómez y Da Silva, necesitando esa fortuna que se había escapado en los últimos encuentros (9-12). El primer cuarto acabó resultando ese calco del guion acontecido el miércoles, exactamente 48 horas antes, en el mismo escenario, que se secuenciaría durante el resto del encuentro. Un Barça despistado en defensa y sin ideas ofensivas plantado ante un rival con unos porcentajes de acierto cuasi impecables (19-29).

Grimau decidió cambiarle la cara por completo al quinteto del comienzo apostando por Laprovittola, Vesely, Abrines, Jakubaitis y Parra. Incluso el argentino y el capitán fallaron tiros nada habituales en su abanico, y la diferencia siguió sin recortarse. Ataques finalizados demasiado deprisa, sumados al poco acierto frente al aro, se sumían en Milan que puntuaba en cada arrancada a canasta. Solo Willy pareció brevemente -muy brevemente- tener un espejismo de una de esas ‘noches’ capaces de tallar y consagrar a los jugadores en Euroliga.

Los italianos mantenían las distancias mientras el Barça se movía por la pista con movimientos de equipo escolar. Despistados, sacados del partido y como pollos sin cabeza, ni un solo rebote caía en manos blaugranas a la par que el Milan continuaba tocado por la varita de los dioses baloncestísticos en anotación -por decirlo de alguna manera. Con una diferencia de trece puntos constante, los de Grimau no encontraban la fórmula necesaria para cortar el chorreo visitante a la vez que sumar en su propio lado del marcador. Al vestuario con un 40-51 y mucho que reflexionar para cambiar una dinámica que Messina, técnico del Milan, supo copiar de la victoria de Manresa a la perfección para asaltar el Palau.

El propio pabellón entendió la consigna en el tercer cuarto: tirar de orgullo y convertirse en una caldera. El escenario sí que no se asemejaba en nada al del miércoles, con mayoría visitante y medio vacío por el horario inconveniente, y se propuso hacer creer a unos jugadores que no sabían cómo modificar lo que les estaba devolviendo el espejo.

Presión muy arriba e intensa por parte de Sato para intentar cortar el ‘chorreo’ y el ambiente cada vez más caliente. A tres minutos para finalizar el tercer cuarto los blaugranas consiguieron ponerse a cinco puntos (54-59), diferencia que que se antojaba un hilo teniendo en cuenta los roles vividos durante el resto del encuentro. El destino quiso que Lapro fallara los dos libres que hubiesen puesto al equipo a distancia de triple, con Nnaji fallando otros dos yendo siete abajo. Punto de inflexión negativo y al último cuarto con un poco estimulante 59-68.

Brizuela quiso continuar con el guion de la marmota de Manresa reviviendo al equipo por momentos a base de triples, pero como el miércoles, no se pueden dejar los deberes para la noche anterior. Y el Milan ya los llevaba culminando desde el primer cuarto. Pitido final y cuidado, que viene el Baskonia (86-90).