En el fútbol, como en la vida, ser hijo de alguien importante concede ciertas ventajas de las que no dispone el hijo del anónimo. Apellidarse Cruyff, Kluivert o Gasol, por poner tres ejemplos cercanos al Barça, no es lo mismo que apellidarse, también por ejemplo, Iniesta. Y a pesar de que González no es un apellido tan aclaratorio como los citados, a Nico siempre le ha acompañado el sambenito de ser “el hijo de Fran González”.
“O neno”, leyenda del Deportivo de la Coruña, pudo haberlo sido también del Barça de Cruyff, pero Augusto César Lendoiro se negó rotundamente a dejar salir al coruñés. Previamente había sido uno de los líderes del mítico Superdépor, y junto a Djalminha, Mauro Silva, Donato y Makaay consiguió el título de Liga del 2000. Pero lo que nos ocupa sucedió después de todo esto, el 3 de enero de 2002: el día que nació su hijo Nicolás.
Con apenas 11 años, en 2013, Nico aterrizó en La Masia procedente del Montañeros, equipo de su Coruña natal, y ha ido pasando por todas las categorías formativas hasta consolidarse en el Barça B. A pesar de estar todavía en edad juvenil, fue la elección de Xavier Garcia Pimienta para otorgarle dorsal del segundo equipo durante la ventana de invierno, y Nico ha asumido los galones con una naturalidad impropia de alguien de su edad.
Ya con el “20” a la espalda, Nico ha visto como el talentoso centro del campo del Barça B se iba descomponiendo. Oriol Busquets y Jandro Orellana, dos de los más importantes para “Pimi”, cayeron lesionados, mientras que Ilaix Moriba pasó a las órdenes de Ronald Koeman en el primer equipo. Entretanto, Nico seguía creciendo sin importar su cometido en el terreno de juego.
Ver sobre el papel a Nico puede llamar a engaño de lo que ofrece después sobre el verde. El gallego mide casi 1’90m y tiene un físico que nos invitaría a pensar en un central, un pivote defensivo o un delantero centro referencia. Sin embargo, es un centrocampista de una calidad técnica exquisita. Tiene un primer toque fantástico, su cabeza futbolística funciona a una velocidad distinta al resto y eso le permite hacer funcionar a su equipo sin ser el más rápido o tener el físico más privilegiado. Puro Barça.
Se mueve magníficamente en pocos metros y tiene una intuición para encontrar y ocupar espacios libres que lo hacen encajar perfectamente en el “estilo Barça”. Sus giros, controles y disputas exponen un talento incalculable. Aunque empezó jugando como interior, donde se siente más cómodo incluso con llegada al borde del área, los problemas de “Pimi” lo han llevado a jugar como “4”, donde ha seguido rindiendo a un nivel extraordinario.
Cuando parecía que “el hijo de Fran” empezaba a ser solamente Nico, Koeman llegó a bautizarlo de nuevo. El técnico holandés lo vio sobre el campo, quedó impresionado y preguntó a sus ayudantes: ¿Quién es ese chico rubio? “El hijo de Fran” ahora era “ese chico rubio”. Sea como fuere, Nico, que es el nombre que lleva en la camiseta, tiene todas las papeletas para triunfar en el primer equipo.
Para que esto ocurra, hay algunos asuntos pendientes de resolver. Nico González termina contrato el próximo verano, y los grandes de Europa están llamando a la puerta. El jugador ha manifestado su deseo de quedarse, e incluso se ha planteado una extensión de tres temporadas acordada por ambas partes. El acuerdo parece que no tendrá mayores dificultades, y sin duda la clave será el proyecto de futuro que le ofrezcan al jugador.
Koeman ha visto a “ese chico rubio” como el potencial sucesor de Sergio Busquets. En el último encuentro, ante el Ibiza, se mantuvo como pivote a pesar de convivir con Jandro, que hizo funciones de interior para dejar la base del juego al gallego. Los medios ven al “hijo de Fran González” como una gran promesa del fútbol, y todos se han hecho eco de su explosión. Pero el que podrá bautizarse en la élite del fútbol en los próximos años no será, ni más ni menos, que Nicolás González Iglesias, “Nico”.