Había pasado mucho tiempo desde que un central de la Masía subía al primer equipo por casualidad y acababa sorprendiendo tanto en poco tiempo como para quedarse. Viniendo de una época donde los canteranos simplemente eran de la partida en los encuentros de dieciseisavos de Copa, que más que una oportunidad se trataba de un marrón, el caso de Mingueza sirve para recuperar la ilusión y volver a confiar en la Masía, si es que en algún momento se había dejado de hacer.

Cosas del destino como diría aquel, pero no, lo de Óscar Mingueza es fruto de duro trabajo. Posiblemente no fuese ni siquiera el defensa más prometedor del B –de hecho, llego a ser suplente- pero nadie como él ha sabido interpretar mejor las necesidades del Barça actual. Desde su debut ilusionante ante Ferencvaros, partido que seguro que se recordará en unos años, el de Santa Perpetua no ha hecho más que crecer como futbolista. Lejos de amedrentarse, ha asumido la responsabilidad y ha aprovechado la oportunidad para triunfar en el club de su vida.

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El rendimiento de Mingueza no se entiende sin Ronald Koeman. Es tal la confianza del técnico en el central que le ha llegado a alinear hasta trece partidos seguidos como titular. Y esa confianza se plasma en reprimendas como las del partido ante el Getafe, donde Koeman le sustituyó casi de inmediato por salir de una zona comprometida con un autopase, descolgándose sin mantener su posición. El enfado del técnico no es más que el de ese padre que quiere ver a su hijo triunfar desde los partidos del colegio y le regaña por no seguir sus consejos. Nada importante, solo una etapa más de formación.

Todo ello ha traído consigo su renovación hasta 2023 con el FC Barcelona, con una cláusula de rescisión de 100 millones de euros, y su ingreso definitivo en el primer equipo. Nadie se lo merecería más que él. Alguien que entiende lo que es el Barça por haber empezado desde abajo y que ve como el sueño de jugar con los mayores por fin se hace realidad. Las bajas de sus actuales compañeros de zaga le abrieron la puerta, pero su enorme compromiso ha sido la clave para tirar la puerta abajo.