La liga 22/23 será recordada como la primera de la era Xavi, la del 1-0, la de la solidez defensiva, la de los cuatro centrocampistas. Aquel Barça demostró una capacidad de resiliencia asombrosa, pero echó demasiado de menos a Pedri en el tramo final de temporada. Sin él, al equipo le costaba juntarse con balón y, sobre todo, tener el desborde interior que el canario ofrece. Por ello, Xavi y la dirección deportiva se pusieron manos a la obra en verano para incorporar talento. Cesiones, gangas y oportunidades de mercado: la situación económica daba poco margen al Barça para incorporar a las grandes figuras del fútbol, pero, tras Gündogan, los blaugranas se hicieron con dos portugueses que prometían cambiarlo todo. Si Xavi los adaptaba, ellos llevarían a los culés al siguiente nivel.

    Cancelo en una acción de partido (Photo by David S.Bustamante/Soccrates/Getty Images)

Enfrentados a sus clubes, Cancelo y Félix buscaban una camiseta con la que reivindicarse y relanzar su carrera. Y cuál mejor que la del equipo en el que siempre habían soñado jugar. Tras dos exhibiciones ante Amberes y Betis, se ganaron el favor de Xavi Hernández y de los aficionados. Pero luego todo cambió. El extremo/mediapunta comenzó a intervenir menos, a la vez que el Barça rendía colectivamente peor, mientras que el lateral, sin una posición fija, divagaba entre la banda y las posiciones interiores. Su rendimiento descendió en picado y su titularidad comenzaba a cuestionarse. Hasta que Xavi dio con la tecla.

    La celebración de Félix ante el Atlético (Photo by Eric Alonso/Getty Images)

Cancelo cambió de banda para sentar a un Balde poco inspirado y el equipo recuperó la estructura que pocos meses atrás le había propiciado una liga. Tres centrales, cuadrado en el centro del campo, Lewandowski, Cancelo y Raphinha. Y funcionó. La presión era más intensa, la circulación más rápida y los portugueses se adueñaron del escenario. El lateral dio una absoluta exhibición ante el Porto y Félix se tomó su venganza ante Simeone en Montjuic: picada, golazo y celebración a la altura. The show must go on.