Lunes. Empezando la mañana con energía. En traje, delante de cámaras y micrófonos. Tras ser criticado por unas decisiones en las que él, a pesar de la correspondiente responsabilidad que le tocaba por ser presidente, poco tenía que ver. Joan Laporta se disponía a describir con exactitud la expresión “poner a cada uno en su sitio”. Entraba en su salsa.

El equipo había dado buena imagen en el comienzo de la temporada y en el retorno de público al Camp Nou. El presidente estaba exultante después de ver el compromiso de los jugadores tras la marcha irreparable del mejor futbolista de todos los tiempos. Tras cinco meses de mandato, la junta directiva del Barça ha ido encontrándose con situaciones difíciles de solventar: futuro de Koeman, rebaja salarial de la plantilla, cambios en el organigrama del club, extinciones de contratos, la Superliga, guerra con Tebas, y la más dura de todas, la marcha de Messi después de haber sido una de sus bazas para ganar las elecciones.

Palco de honor en el Barça-Real Sociedad. Fuente: Getty Images

Pero había alguien dispuesto a hacerle frente para discutirle sus palabras. No un alguien cualquiera. Era un alguien que solo había dejado la institución con 1350M€ de deuda, pérdidas de 481M€ la pasada temporada (solo 91M€ imputables a la pandemia), un patrimonio neto negativo de 450M€, un fondo de maniobra de -653M€, y una masa salarial de 617M€, algo más del 103% del presupuesto. Supongo que ese alguien, con el optimismo que cualquiera desearía, esperaba que Joan Laporta enmarcase su nombre en las vitrinas del museo.

La auditoría reflejaba lo que todos temíamos: una institución en ruinas. Lo que Bartomeu intentaba justificar a través de una carta sin fundamento, el replicante paraba el reloj para subirse al atril y responder lo que fuese necesario durante dos horas. Joan Laporta había sido objetivo de muchas críticas y miradas en las últimas semanas, y si algo le sobra al catalán, es personalidad, atrevimiento y carisma. Se dirigió a todos. Explicó punto por punto lo que había encontrado en el armario del club, e incluso, también tenía tiempo para dejar claro que a los capitanes se les dio un toque de atención hace unos meses, y no unas semanas, como dijo la noche anterior Jordi Alba.

El pacto con Neymar, precisamente para que el Barça quedara exonerado de deudas, se zanjó. Un conflicto del que fue causante el propio Bartomeu. Y Rosell. Porque no solo su venta traía malos augurios, también su fichaje. Porque el pacto que precisamente ha dejado tranquilizado al barcelonismo, los dos últimos presidentes necesitaron manchar el nombre del club para salvarse a ellos mismos, y así redondear una historia con el brasileño que empezó mal y acabó peor. Pero la responsabilidad es de Laporta, que tenía que haber seguido manteniendo una disputa sin ningún fin.

Bartomeu explicando los números del fichaje de Neymar. Fuente: Getty Images

También hubo tiempo para reflotar el acuerdo con CVC al que se hubiera agarrado Bartomeu para hipotecar al club durante 50 años. Lo mejor es que el ex presidente también estaba dispuesto a entrar en la Superliga, pues lo dejó acordado antes de dimitir. Sin rumbo y a la improvisación, así han actuado durante los últimos años. Con comisiones por ojeadores que no trabajaban, con facturas troceadas, con planes para el nuevo estadio que no se han llevado a cabo, con obras que han dejado en ‘stand by’ y que podrían haber supuesto un riesgo en la salud de los socios… pero Bartomeu tuvo la valentía de pedir explicaciones. La misma que seguramente tenga para ir a declarar por las negligencias que casi convierten al Barça en una SAD.

El socio y el aficionado culé es consciente de que vienen tiempos difíciles. Que podrán gustar más o menos las decisiones del actual presidente. Pero lo que está claro es que con él, la transparencia y la autoridad formal a la hora de actuar, sin esconderse, se hará notoria. No habrá más oportunidades. No habrá más perdón. Es momento de poner orden en la sala y juzgar a todo aquel que nos ha llevado a esta situación. También a los que han callado. Vuelve la ‘Fragancia Laporta’.