Los desastres ante Cádiz y Juventus de poco le sirvieron a Ronald Koeman. Ante el Levante, la oportunidad se antojaba idónea para poder demostrar, de una vez por todas esa ‘meritocracia’ y ‘apuesta por los jóvenes’ de la que tanto hablaba, y que poco demostraba. La realidad es que siete de los jugadores que alineó, estuvieron presentes en la debacle de Lisboa.

Sorprendió cambiando de sistema, pero como aquel que dice de “cambiarlo a ver qué pasa”. Sin tener en cuenta con qué jugadores se le podría sacar mejor rendimiento, se podría jugar mejor al fútbol o se podría reactivar a un equipo de mentalidad débil ante las adversidades. El 4-3-3 se explicaba como la aparición divina, pero sin luz. Optando por un nueve puro como extremo, y con dos interiores que casi no son interiores, como el caso de Coutinho, que no termina de brillar ni por dentro ni por fuera. Sin embargo, a De Jong se le vio más suelto en zona de creación, algo que le estaba cohibiendo con el doble pivote. Pero dejando a un lado el esquema, que puede o no ser eficaz, el gran problema en el vestuario es que no se aprovechan las fortalezas que se tienen. Compañeros que aportan ganas, energías, fútbol y competitividad por encima de nombres que se dedican a hacer la gracia ante las cámaras, o jugadores sin físico para aguantar media parte, pero claro, no les demos coba, que no nos agrada y además filtra, como si todos fueran santos. Si la pelota entrase antes, la historia cambiaría, pero… ¿tienen la fórmula para moverla o simplemente no les apetece encontrarla?

Puro egoísmo es lo que desprende un grupo sin líder, ni en los banquillos. Un entrenador que improvisa durante los partidos, que termina acumulando delanteros cuando va perdiendo o acumulando defensas cuando va ganando, y además, presume de ello. Ya no importa el “cómo”, sino el resultado. La única carta es Messi, y si no, Messi también. Ya no importa que se pierda el estilo, pero sigamos pregonándolo. Ya no importa la filosofía, pero sigamos recordando al filósofo. Algunos aún no se han enterado de que en el Barça se gana con el balón en los pies, y no mirando al marcador.