Barbarie. Temor. Pánico. Incredulidad. Muchos son los adjetivos que, durante años, el barcelonismo ha ido apodando a su equipo para describir las grandes citas europeas. La de Old Trafford se une a una lista que parece haber entrado en bucle infinito, y del que estamos deseando salir para sobrevivir.

Ocho años. Este es el número que porta Pedri, que magnificó Iniesta, pero que también lleva el Barça sin dar un paso adelante en la máxima competición intercontinental. Ocho años de pesadillas, decepciones y falsas ilusiones. Ocho años sin poder demostrar todo lo que un día fuimos, todo por lo que se nos admiró. Aquel equipo ganaba con tanta superioridad que parecía fácil. Asustaba en España y en la Premier, pese a no jugarla. No había duelo con los de Gran Bretaña que se nos resistiese. Arsenal, Chelsea, United, City, Tottenham… todos caían como torres de ajedrez. El Barça era intratable, aunque hiciese «poco». Ese «poco» podía ser de Messi, que ya era «mucho». También acompañaban un tal Luis Suárez, un Iniesta tocado por la varita mágica, un Jordi Alba en plenitud, o un Busquets al que le daba para jugar incluso 120’ de partido al mismo nivel de excelencia.

Messi y Suárez vs Tottenham. Fuente: Getty Images

Pasaban los años, se quedaban los mismos de siempre, y les tocaba enfrentarse al diablo. No había manera de hacerle daño. Ya ni el mejor de la historia era capaz de superarle. Un bloqueo mental se apoderó de todos. De jugadores, entrenadores y directivas. Los discursos iban sucediendo y aburriendo. Unos años porque no hubo intensidad, como ante el Atleti y la Juve; otros años porque no había explicación lógica, como en Roma; después que si los fantasmas volvían al acecho, como en Anfield; por supuesto que no faltaría el impacto del COVID-19, que no dejó entrenar bien al equipo, y por ende, estaba justificada la humillación en Lisboa, con medio equipo de vacaciones en Ibiza dos semanas antes. Con la llamada “nueva era”, todos se conjuraron para llamar la atención de propios e impropios, pero lo único que se consiguió fue cavar aún más a fondo. Mbappé abrió la tumba y Benfica & Eintracht nos enterraban creyendo aún en la resurrección.

Ya no se podía caer más. Ya solo había margen de mejora, o eso volvían a decirnos. Ya solo quedaba creer y confiar en que la pelotita entrase y la suerte nos volviese a sonreír. Por eso se trajo a Xavi, y por eso se le concedió el placer de gestionar el club como en las épocas de antaño, también tirando de talonario. Pero el discurso no estaba muy claro: ¿formar un equipo de rendimiento inmediato o tener paciencia con un proyecto de futuro?

En la delantera se ha invertido nada más y nada menos que 180M€ entre Ferran, Raphinha y Lewandowski. Entre los tres, solo fueron capaces de chutar una sola vez en la vuelta de Old Trafford, y casualmente un penalti del polaco que casi falla. En la fase de grupos de Champions, no hubo rastro del delantero al que se fichó con 34 años, un contrato de cuatro años y una ficha anual de 20M€. Y sí, para La Liga está bien, donde lleva más de 20 goles, pero un incorporación galáctica de tal calibre debe demostrarse en los duelos ante el Bayern y en la ida contra el Inter.

Lewandowski vs Bayern. Fuente: Getty Images

El lamento ahora viene porque no estaban Pedri y Gavi, pero, ¿cómo era lo de que no se podía dejar tanta responsabilidad en manos de jóvenes? La realidad es que el equipo todavía no está formado. Todavía no hay equilibrio entre juventud y experiencia. Un par de bajas te lo desmonta todo, porque el equipo B no funciona. Kessié, Sergi Roberto, Raphinha, Ansu o Ferran no son regulares. No se confía en que puedan ser decisivos saliendo del banquillo. Y Xavi lo sabe perfectamente.

El equipo volvió a competir a medias otra vez. Ya lo hizo en Alemania, en fase de grupos. Pero con medias partes no se consigue absolutamente nada. Igual nuestro consuelo es que en Liga mantenemos el nivel, y en Copa podemos dar la estocada, pero Europa es la que mide nuestro verdadero prestigio. Con el retorno de Messi en el horizonte para aferrarnos a una ilusión, el equipo, sin él, parece aún conservar la ‘Messidependencia’.

Lo peor es que, con un agujero en el presupuesto de 40M€ que se pierden por no haber hecho los deberes en Champions y Europa League, al Barça ahora se le añade la presión de no dejar escapar las competiciones nacionales. El impacto económico es grave, porque ni algunas inversiones están dando el resultado esperado, ni los planes a futuro son del todo seguros. Recuerden que la próxima temporada se perderán ingresos por el traslado a Montjuic. Quizás, desde la estructura más férrea y experimentada de la cúspide directiva, además de la estructura deportiva, lo ideal hubiera sido priorizar necesidades en vez de vender la piel del oso antes de cazarlo, y exponerlas como tal. Todo hubiese sido más natural y lógico de cara al aficionado.

Hoy por hoy, seguimos sin competir a gran escala. Hoy por hoy, seguimos exigiendo algo a lo que todavía no estamos dispuestos a llegar. Hoy por hoy, estamos en el mismo punto que hace ocho temporadas. Todo empieza aquí, o eso llevamos queriendo creer durante años. Pero, ¿hasta cuándo permitiremos el «caer es parte del proceso»?