La dirección deportiva del Barça está en marcha, aunque a estas alturas, uno no sabe si para adelante o para atrás. El último nombre en mitad del sin vivir que está afectando al entorno culé es Arthur Melo. Para quien no conozca al brasileño de 23 años, se podría decir que es un centrocampista de corte ofensivo, con un toque combinativo exquisito, pero con un problema claro: el físico.

Sus dos primeras temporadas no han sido las esperadas, como tampoco lo fue su fichaje por el mero desconocimiento de su nombre, entre los que me incluyo sin miedo. Todos dudamos -normal con el historial de comisiones que nos tenían quemados- de un descubrimiento procedente de un fútbol que se juega a otro ritmo, pero del que históricamente salieron las mejores leyendas. Cuarenta millones mientras nos llevábamos las manos a la cabeza. Eran esos años de transición en la media, esos años en los que la nostalgia nos hundía echando de menos a Xavi e Iniesta porque no éramos capaz de dar dos pases seguidos, de hacer sentir cómodo a Busquets, o la misma desesperación de ver a Messi una y otra vez bajando a recibir porque no le llegaba la pelota. Eran cuarenta millones en un mercado inflado que no trascendía en la relación calidad-precio.

Llegó su primer partido. Nos flipamos, y con razón. Era el perfil más cerca a Xavi que habíamos disfrutado en los últimos tiempos. Ni André Gomes, ni Rakitic, ni Denis Suárez, ni Rafinha, ni Aleñá, ni Coutinho, ni Arda Turan, ni Paulinho, ni Arturo Vidal. Era un ‘flashback’ del maestro, siempre salvando las distancias, no se confundan. Pero seamos serios, que sólo habían pasado tres años en encontrar un jugador tan parecido cuando creímos que ya no volveríamos a disfrutar nada igual. Y partido tras partido fuimos emocionándonos más. Era diferente. Le faltaban pulir detalles, continuidad. Pero es que hasta el propio Xavi tuvo que esperar una década para explotar como futbolista. Atrevimiento, rapidez para superar líneas, esconder el balón, último pase, sacrificio defensivo y compromiso con el equipo. Todo ello le exigimos a quien nos enfurece en el minuto 60 porque pide el cambio, pero al fin y al cabo, adaptarse a otro estilo nunca fue fácil, ni para el que tiene todas las de triunfar.

Poner su nombre sobre la mesa genera unas dudas que no sorprenden. Cuadrar cuentas, hacer caja para afrontar otros caprichos, y todo ello sin el pensamiento de que habrá que sustituirle, es decir, tendrás que volver a acudir al mercado con todos los equipos sabiendo que tienes dinero para gastar. Y de nuevo, a buscar un perfil en peligro de extinción. Además, dejas el club en manos de un entrenador declarado ‘Cruyffista’ con jugadores que no son viables para practicar ese fútbol, ¿o es que quizás Matheus Fernandes es mejor que Arthur y por eso ni ha debutado con el Valladolid? Que alguien me lo explique, porque no lo consigo entender. ‘Més que un club’ es saber valorar tus activos, potenciarlos y cuidarlos con la esperanza de enseñar la filosofía que tantos buenos momentos te ha dado, no darle el espaldarazo a las primeras de cambio que puede acabar en un error histórico imperdonable para la junta de Josep María Bartomeu.