Si algo falló en la primera etapa del brasileño en Can Barça fueron principalmente las dificultades que tuvo el entrenador para colocar a Phillippe Coutinho sobre el campo. Vino de Liverpool con la etiqueta de ser el relevo de Andrés Iniesta y el fichaje más caro de la historia del club, y ambas acabaron siendo una losa para el carioca. Los casi 150 millones con variables que acabaron pagando por él no ayudaron, pero su mayor problema fue la escasa adaptación a un esquema que no acababa de ser el idóneo para potenciar sus virtudes.

Tras su llegada sorprendió durante la segunda mitad de la temporada 2017-18, donde disputó 18 partidos, anotó 8 goles y repartió 5 asistencias. Unos números que certificaban el rendimiento inmediato que supuestamente garantizaba su fichaje, pero nada más lejos de la realidad que iba a vivir durante su segunda temporada. La 2018-19 fue un calvario para Coutinho y los fríos datos lo avalan: 34 partidos, 5 goles y dos asistencias. Unas cifras demasiado pobres para un jugador por el cual se pagó tal pastizal, pero el verdadero desencadenante de su marcha fueron las sensaciones que transmitía el jugador sobre el terreno de juego.

Coutinho vagaba por el césped del Camp Nou en busca de encontrar su puesto en un Barça donde el 4-3-3 parecía innegociable. Y es que en un equipo sin mediapuntas donde el único jugador que tiene la absoluta libertad de movimientos es Messi, el brasileño tuvo que aprender a convivir en el extremo izquierdo que tan huérfano había dejado Neymar un verano atrás. Resultado: cifras goleadoras pobres, nula trascendencia en el juego, poco entendimiento o química con sus compañeros y eventual cesión al Bayern de Munich para evitar pagar la ficha de un jugador cuyo valor en el mercado se había desplomado.

Coutinho celebrando un gol. Fuente: Marca

La carrera deportiva de Phillippe Coutinho estaba cogiendo un rumbo que parecía inevitable. Un descalabro absoluto en cuestión de 2-3 temporadas. De ser uno de los mejores jugadores de la Premier League a no ser ni siquiera titular en el Bayern. Y cuando su retorno al Barça parecía que iba a ser fugaz, Ronald Koeman le inyectó la confianza suficiente para quedarse y ser, por fin, una pieza clave en un esquema diferente.

El 4-2-3-1 del técnico neerlandés se adapta perfectamente a las exigencias posicionales que requiere un talento tan específico como el de Coutinho. Ser la punta de lanza y estar en el eje de esa línea de mediapuntas que preceden al jugador más adelantado del esquema, posición donde creció inicialmente en el Liverpool y destacó en la selección brasileña. Asimismo, durante su primer compromiso liguero ya vimos varias de sus señas de identidad desde esa posición: control, facilidad para girarse, rapidez en la conducción para batir líneas y capacidad para contragolpear desde posiciones centrales. Todo ello resultó en una puesta en escena de muy buena nota y en su primera asistencia de la temporada en el segundo gol de Ansu Fati.

No existen más excusas o segundas oportunidades para un futbolista al que le perseguirá de por vida el precio que pagaron por él. Koeman le considera importante y ha comenzado la temporada con galones en un rol en el que puede considerarse protagonista. Y es que ahora sí que sí, estamos ante la redención de Phillippe Coutinho y su intento final por triunfar en el Fútbol Club Barcelona.