Amanecía por la mañana en los aledaños del templo culé con un aroma diferente. El sol brillaba, los pájaros cantaban, y el cielo azul se asomaba. Los culés habían vuelto a hacer historia un 17 de septiembre, ante todo y contra todos, en mitad de una pandemia, sin el alcance informativo debido, pero con gente que lleva impregnada la azulgrana en su piel. Ya lo dice el himno: “Tant se val d´on venim, si del sud o del nord, una bandera ens agermana”. Los bots, los tuiteros, los youtubers, los periodistas que de verdad informan, y por encima de todo, los socios. Ninguno ha fallado.

La agonía eterna va llegando a su fin. Los más de 120 años de historia del Fútbol Club Barcelona jamás habían vivido un periplo tan dramático e incompetente como hasta ahora, y eso que era difícil superar lo de Gaspart. Sandro Rosell y Josep María Bartomeu decidieron acabar en diez años la mayor hazaña que se recuerda haber conseguido en un club de fútbol: dominar, gustar y ganar, con muchachos de la casa y de fuera, o en otras palabras, presumir de un prestigio inalcanzable que hacía temer al resto de mortales. Hacer ver al mundo que es posible llevar al trono del máximo galardón individual a un trío que había pisado única y exclusivamente la alfombra verde del Camp Nou, y crecido en La Masía; hacer ver al mundo que no se necesitaban patrocinios publicitarios de dictaduras para generar ingresos, bastando con ayudar a los más necesitados; hacer ver que aquí se cuida y se agradece eternamente a cada una de las leyendas que dejan huella, y demostrándolo con hechos en vida, no a posteriori. Después, ya nada vale.

Los verdaderos dueños del club han dicho basta. ‘No’ a los intereses personales y económicos. ‘No’ a más imputaciones en nombre del Barça en vez de asumir responsabilidades. ‘No’ al maltrato hacia tus propios trabajadores con campañas de desprestigio. ‘No’ al desprecio de los que sostienen la base del proyecto, y que ven incapacitadas sus opciones de progresar. ‘No’ a manchar el escudo, proponiendo cambios de formato o permitiendo diseños de camisetas consideradas auténticas aberraciones a nuestro estilo de franjas. ‘No’ al despilfarro innecesario en fichajes sin estudios técnicos de los mismos, con sus consecuentes comisiones que nadie entiende, y sus contratos millonarios sin haber hecho méritos. ‘No’ a la debilidad institucional: excesivo poder en los jugadores, así como la poca valentía para mantener en el puesto a un entrenador que no ha podido pregonar su idea, y, en cambio, no darle salida a otros entrenadores que ya no tenían más nada que aportar. ‘No’ a la desinformación y manipulación de una prensa que agota sus últimos coletazos con fichajes que tapan vergüenzas y calamidades a determinados mandatarios, sin tener en cuenta que hoy en día la verdad se encuentra en redes sociales, y ahí no hay quien nos impida juzgar.

El barcelonismo es, probablemente, una de las mayores comunidades y familias que puedan existir en el mundo. Aquí tienen cabida todos, pero sólo los que buscan el beneficio de las siglas ‘FCB’, deberían ser escuchados. Hoy, los que hemos temido por nuestra salvación, intentamos sacrificarnos sin censurar a nadie, sin influir en nadie, y con la propuesta de crecer democrática y deportivamente de la mano. El culé está más vivo que nunca, y tanto los socios como los no socios estamos orgullosos de ello. Seamos uno y volvamos a lo que un día nos hizo eternos.