El fútbol son once contra once donde la estrella que más brilla siempre es Leo Messi. Tras más de diez años en la élite, mejorando y haciendo mejorar a sus compañeros, el equipo va a remolque del dios argentino, con baches duros y no tan duros, por eso se han conseguido ocho de las últimas once ligas, y una treintena de títulos con absoluta superioridad, pero también, con espinas clavadas en lo más profundo del terreno. En el reino dorado, nadie duda del mandamás, pero a los súbditos se les escoge por lealtad.

Guardiola siempre dijo que al ‘diez del Barça’ había que rodearlo acertadamente para que forjara su camino de leyenda. Ronaldinho y Eto´o le dieron la mano por primera vez; Xavi, Iniesta y Busquets, le fueron puliendo cada detalle a las botas, y con todo ello, Neymar y Suárez le elevaron al Olimpo eterno de los dioses formando la delantera más espectacular de la historia del fútbol. El club también erró en su intento de mantenerle en la pomada, porque es imposible que todo salga bien, pero retomó la senda cautivadora, y acertó con un chico en concreto: Frenkie De Jong. Nos excitó la capacidad de uno para, con 20 años, adueñarse del jardín de la Castellana con ‘Bernabéu’ de nombre, y el tacto del rubio de ojos azules para cuidarlo y adornarlo en ausencia del todopoderoso durante una de sus visitas primaverales antes de recalar en la ciudad condal. La ley de vida ha hecho que podamos experimentar diferentes formas de tratar un balón, de defenderse a través de la posesión, de maquillar el resultado con un gol sobre la bocina, o simplemente de hacer arte con tres pinceladas.

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De Jong en su presentación con el Barça. Fuente: FCB

De Holanda aterrizó un chico tímido, pero dispuesto a llamar la atención. Ese aficionado que todos llevamos dentro, enamorado del estilo y del ‘cómo’ antes de la victoria a secas. Cultivó la idea, la potenció desde la cuna del maestro Johan, y la paseó a relucir en el templo barcelonés. El Barça se llevaba algo más que un jugador que pudiese cumplimentar varias facetas del centro del campo y el eje defensivo: un hombre de club. Es por eso que si hay que hacer autocrítica en cada partido, se hace. Si hay que ponerse una nota baja porque el rendimiento así lo ha reflejado, se hace. Si hay que sacrificarse para el compañero antes que para el desquite de uno mismo, se hace. Porque Frenkie es solidario, sencillo, elegante, humilde, trabajador e innovador. Porque sin hacer ruido, se ha convertido en una de las piezas fundamentales del esquema, y aunque no tenga su día, sigue desprendiendo luz. Hasta el partido en el Benito Villamarín no habíamos sido capaces de ver la soltura de un jugador llamado a marcar época, de esos en los que puedes confiar cuando las cosas van mal. Hacer que Messi se sienta a gusto sobre el verde, es la principal función para que rinda, pero que además disfrute, es otro rollo.

Aún con mucho camino que recorrer, Frenkie genera ilusión y contagia entusiasmo por volver a darle identidad a estos colores, por maravillar con el cuero, y por convencer de que la idea principal antes de un resultado, es el ‘cómo´ se consigue. Con Setién ha dado en la diana para desarrollar su juego, y con el rey de la mano, sabe que brillará aún más. Siéntense y disfruten, porque el show acaba de empezar: a un lado, el compromiso del frío norte europeo, y al otro, la genialidad del cálido sur americano.