Ese día algo cambió. El metro empezó a llenarse de camisetas, banderas y bufandas del Barça, aunque también se podían apreciar algunas de color blanco por debajo de las sudaderas. Algo cambió cuando por la calle veías camisetas de los equipos y los nombres que destacaban en la parte trasera no eran los de ellos, sino los de ellas. Aitana, María León, Graham, Cardona, Esther, Olga. Pero había uno que resaltaba por encima del resto. Era el de Alexia, aquella que consiguió vender el doble de camisetas que cualquier jugador masculino en un día de partido.
El bullicio que había por las calles más cercanas al Camp Nou y el ambiente que se estaba empezando a vivir en los aledaños del estadio hacía presagiar una cosa: algo gordo iba a pasar. El club llamó a la afición y esta respondió. Algo estaba cambiando. Niñas, niños, padres, madres, abuelos, abuelas, personas llegadas de todas las partes de España e incluso del mundo. Todas cantando al unísono para recibir a las jugadoras dos horas antes del partido de vuelta de los cuartos de final de la Champions contra el Real Madrid.
Algo que hasta el momento era único estaba sucediendo. Los más ansiosos hacían cola para mostrar sus entradas y poder acceder al recinto cuanto antes, otros mataban el tiempo participando en las actividades y bailando al son de la música de la charanga que daba más vida a lo que estaba sucediendo fuera del templo.
“Había que estar hoy aquí”, era una de las frases que más escuché entre las personas que estábamos allí. Razón no les faltaba. El interior del Camp Nou empezó a cobrar vida mientras la gente accedía a sus asientos. Aplausos y una gran ovación despidieron a las jugadoras culés cuando corrieron hacia el túnel de vestuarios para vestirse de corto y salir a jugar. Silbidos y abucheos para las jugadoras del Real Madrid. La afición marcó territorio.
Con el campo casi lleno y los sentimientos a flor de piel, un gran mosaico cubrió las gradas del estadio mientras sonaba casi a capella el himno del FC Barcelona. Aquel momento hizo que las lágrimas cubrieran los ojos de algunas de las personas allí presentes. En efecto, algo estaba cambiando. Aquel 30 de marzo ni la previsión de lluvia ni el horario tempranero fueron capaces de frenar a las 91.553 personas que aquel día llenamos el Camp Nou.
¿Y en el campo? Un espectáculo. Un partido que nadie se imaginó. Mapi León fue la primera en escribir su nombre en la historia del fútbol femenino, en la del Barça y en las de los duelos ante el eterno rival. El Real Madrid metió el miedo en los cuerpos de los aficionados blaugranas cuando llegó a ponerse 1-2 con goles de Olga y Zornoza. Pero el Camp Nou apretó y el mensaje caló en las nuestras.
Fue entonces cuando Aitana volvió a dejarnos boquiabiertos con otro gol suyo que fue acompañado con un beso al escudo, con más amor que nunca. Aquello estaba siendo historia. Claudia Pina nos demostró una vez más que hay futuro y que está preparada para los grandes retos. Con tan solo 20 años hizo que la mayoría nos levantáramos de las butacas para rendirnos a ella después de quitarle las telarañas a la portería.
Pero si alguien no podía quedarse sin dejar su huella en ese partido era ella, la reina, la jugadora de moda. Hay historias que vienen con un guion preestablecido, y esta era una de ellas. Lo dijo Bruna: “Alexia Marca”. Para siempre quedará grabada en nuestras mentes aquella reverencia que Alexia Putellas hizo delante de su gente.
Hansen sentenció el partido y marcó el quinto al eterno rival. La fiesta estaba servida. Y tras el pitido final, la euforia. Toda la tensión que ellas habían sentido paso a convertirse en felicidad, en rostros de alivio y ojos llorosos que no podían contener la emoción. Algo había cambiado aquella noche.
La historia se repitió cuando el club volvió a retar a la afición a llenar el campo. Y volvió a responder. En cuestión de horas se retiraron más de 50.000 entradas y después de 24 horas, el cartel del sold-out fue el protagonista, una vez más, en un partido del femení.
Había algo que nos inquietaba a todos y muchos nos atrevimos a predecir lo que iba a pasar. ¿Seríamos capaces de batir nuestro propio récord? Así fue. El Camp Nou abrió sus puertas para que el autobús del equipo entrara arropado por el calor de toda su gente. Y de nuevo los accesos al campo se colapsaron y las grandes colas frenaban el ansia por entrar a ver de nuevo al equipo.
No hubo mosaico, pero las gradas cobraron vida cuando los allí presentes empezamos a ondear las banderas con el escudo de nuestro equipo para vivir un partido que nos podía servir para quitarnos una espina que teníamos clavada desde hace dos años.
El himno de la UWCL sonó en Barcelona. Todos nos emocionamos, incluso las jugadoras del Wolsfburgo que no fueron capaces de ocultar su felicidad y sus sonrisas al escuchar el rugido de la grada. Porque el objetivo principal es común y no entiende de colores.
Sonó el pitido inicial y empezó el show. Rolfö vio un pase que nadie más fue capaz de ver para que, en el minuto 2 volviera a aparecer Aitana para poner al Camp Nou en pie. Pero la locura estalló en las gradas cuando Hansen marcó uno de los mejores goles de su carrera. Olió la sangre la defensa del Wolfsburgo dejó un gran espacio. La grada lo vio claro: “!Sigue! Recortó y los aficionados hicieron el amago de levantarse. Tiro con la pierna izquierda y gol. Todos en pie con las manos en la cabeza intentando asimilar lo que acababa de hacer.
La fiesta continuó e Irene Paredes sacó toda su garra para evitar un gol bajo palos y que volvió a detener Paños en una segunda jugada. La celebración de Irene, con más rabia que nunca guiaba el camino.
El Camp Nou volvió a ver buen fútbol cuando Patri, Torre y Jenni se aliaron para marcar el tercero. En tan solo media hora. Las ocasiones no pararon de llegar y volvió a aparecer ella, Alexia, para marcar el cuarto y celebrarlo con un grito de guerra agarrada a la red de la portería.
Hansen se retiró del campo cabizbaja con molestias, pero no tardó en sonreír cuando Eva Ferrer, doctora del equipo, señaló al público para que viera lo que había conseguido: tener a la grada en pie aplaudiendo mientras se iba dirección al banquillo. Fue entonces cuando ella devolvió el aplauso, con el orgullo de ser más culé que nunca.
De nuevo Alexia. Ella misma se encargó de marcar el quinto desde el punto de penalti y de volver a cerrar, con el pichichi bajo el brazo aunque empatada con Wassmuth, otra actuación histórica.
Más de veinte minutos tuvieron que pasar para que las jugadoras de los dos equipos se retiraran del campo. Nadie quería perderse la celebración aquella noche. En las gradas, nadie se movía. Quizás, siendo conscientes de que lo habían vuelto a hacer. 91.648 personas acudieron al Camp Nou para seguir escribiendo y siendo parte de la historia del fútbol femenino. Porque con estas dos noches algo cambió.