La posición de mediapunta nunca ha sido usada en el esquema clásico blaugrana, sin embargo llegaron jugadores como Coutinho y Griezmann cuya colocación ideal en el campo está ocupada por el capitán, Leo Messi. La solución que ha encontrado Koeman ha sido poner a los tres juntos con libertad de movimiento, es decir, todos jugando de diez, partiendo dos de los tres desde la banda para acabar en la misma zona del terreno de juego.
Philippe Coutinho llegó para sustituir a Iniesta sin ser un centrocampista como tal. En el Barcelona no se ha acomodado ni en el medio ni en la banda izquierda. Sin embargo, cuando ha jugado de mediapunta sí que ha podido influir más en el juego siempre que el balón pasaba por él. El aspecto goleador tampoco es lo suyo, no es un futbolista que anote gran cantidad de goles por temporada.
Tras su cesión en Alemania, parecía otro Coutinho. Su velocidad en la transición del juego era mayor, su implicación en la presión y en defensa era incuestionable e incluso contribuyó anotando. Sin embargo, tras su lesión, el brasileño ha dado un par de pasos hacia atrás. Nadie duda de su talento ni de sus grandes capacidades, pero tal vez el Barcelona no sea el club en el que puede mostrarlo. Sus actuaciones no están llegando ni al aprobado: cada vez que interviene ralentiza el juego del equipo. Precisamente en el momento en el que el Barça está más necesitado de talento para desatascar las defensas encerradas que le proponen, el juego de Coutinho, que podría ser una solución, está siendo un problema. Demasiadas filigranas y poco fútbol.
Un caso parecido se está viviendo con Antoine Griezmann. A día de hoy sigue siendo inexplicable su llegada al Barcelona porque, aunque es un campeón del mundo y tiene unas enormes capacidades, ha llegado a jugar en un equipo cuya posición ideal para él no es negociable. Aún así, el caso del francés es diferente, ya que no se le puede echar en cara nada en cuanto a su actitud y su compromiso con el equipo.