Stoichkov para el Barcelona; Henry para el Arsenal; Garrincha, Rivaldo o Ronaldinho para Brasil; Paco Gento para el Real Madrid, Figo y Cristiano Ronaldo para Portugal, Dragan Džajić para Serbia; Ryan Giggs y George Best para el Manchester United. El fútbol tiene diferentes maneras de lucirse, pero pocas con tanto orgullo que cuando lo juegas con extremos.

Sacrificio, entrega, técnica, control, regate, velocidad. E incluso defensa. Todas estas cualidades son las que tiene que reunir un jugador que disfruta parte de su vida aferrado a una banda. La solución para desencadenar un partido, para aportarle amplitud, respiro y cambio de ritmo. Para llevarlo a tu zona de confort. La vertiente idónea para los que buscan desequilibrio, uno contra uno y romper todas las piezas del puzle rival. Los grandes equipos de la historia siempre han tenido un extremo generador de ilusión capaz de brillar hasta cuando el partido se atasca.

Hristo Stoichkov en el Barcelona. Fuente: Getty

En la última década hemos visto como ese estilo se ha ido perdiendo. Un fútbol más horizontal y más lento, en el caso de los equipos que apuestan por la posesión. Un fútbol más guerrero y posicional para los que les toca contrarrestarlo. El tema es que, un equipo que lo ejemplifica desde las categorías inferiores, apenas le da representación en la máxima categoría. El deterioro deportivo del Barça en los últimos años ha sido, en parte, por la ausencia de jugadores de banda.

Se ha ido responsabilizando con un doble papel al lateral, que actúa de defensa y extremo profundo centrador. Se ha ido priorizando el fútbol por dentro a un ritmo que no desgasta al rival. Se ha ido dejando de lado un sistema que forma parte del ADN blaugrana. Con Luis Enrique se vieron los últimos compases de un equipo capaz de desequilibrar cerca del banderín de córner. Con Valverde se adoptó un 4-4-2, y aunque luego se cambiara, no se acertó en la apuesta de Coutinho o Griezmann como extremos, jugadores sin etiqueta para ello.

A día de hoy, con Koeman en el banquillo, todo parece seguir igual. Un fútbol previsible que merma y olvida la capacidad asociativa de banda, que relega de su historia, y que formula a través de Messi para que únicamente busque a los laterales, que a veces ni pueden aparecer. Con Dembélé y Ansu Fati lesionados, los únicos extremos puros son Konrad y Trincao. Pero se sigue tropezando en la misma piedra, y es que, ahora que se ha conseguido cambiar de sistema, volvemos a ver a un jugador que no es de su posición cumpliendo las funciones de un extremo, como es Braithwaite. De cara a la galería está muy bien, pero la realidad es distinta.

Ansu Fati irrumpió por una plaga de lesiones de los jugadores de ataque. ¿Qué más tiene que hacer un joven como Konrad para que sea el elegido en esta función? Además de acertar tácticamente, apuestas por la cantera. Koeman mataría dos pájaros de un tiro, pero de momento, el tiro se lo ha pegado en el pie. Larga vida a los extremos.