Cuando surgen fenómenos futbolísticos como Pedri y Gavi, que derriban las barreras del fútbol mundial antes de cumplir la mayoría de edad, todo parece positivo, no puede haber nada de malo en que los jóvenes se abran un hueco en el primer equipo. El problema es que cualquier joven que pretenda contar con minutos para seguir creciendo junto a los grandes tendrá que jugar no contra los rivales, sino con las sombras de quienes han maravillado al mundo con su misma edad. Este es el caso de Pablo Torre.
Nunca es fácil dejar tu hogar, menos aún si tu afición te considera su capitán, su estandarte, su ídolo. Si cantan tus goles y celebran tus jugadas como si en ese momento no hubiera ningún jugador ni ningún equipo más importante que el tuyo. Nadie elige un camino peor, sino la ruta que te permita seguir creciendo. Unos lo hacen a pasos de gigantes y otros tardan un poco más, pero no todos acaban llegando.
Para ser un jugador diferencial en Primera Federación hay que ser muy bueno, pero para ser un jugador determinante en el Barcelona tienes que ser especial. Sabemos que Pedri y Gavi lo son, pero no sabremos si Pablo Torre puede serlo hasta que no tenga los minutos necesarios para ello.
El joven de diecinueve años tan solo ha disputado doscientos veintisiete minutos con la camiseta del primer equipo entre todas las competiciones. Ha podido estrenarse como goleador y como asistente, pero no ha cautivado a Xavi. Lo sorprendente no es que no haya impactado como Pedri y Gavi lo hicieron en su momento, aunque desde su llegada a Barcelona ya lo considerasen un nuevo caso de estrella precoz, sino que su caso se haya gestionado tan sumamente mal pues no está pudiendo crecer ni en el primer equipo ni en el Barça B.