Tras clasificarse como segundo de grupo, las opciones para los octavos de final de la Champions League eran a cual de todas peor. Algunos lo querían evitar y otros sabían lo que supondría un duelo así porque el choque ante el PSG va más allá de lo meramente futbolístico.

En Champions, se han enfrentado en diez ocasiones en las que se han producido tres empates, tres victorias del PSG y cuatro victorias del Barcelona. Solo han coincidido una vez en fase de grupos, en la temporada 2014/2015. En octavos de final, esta será la segunda vez que se encuentren. El resto de duelos han sido en cuartos de final: el PSG solo ha conseguido una vez dejar fuera de Europa al Barça. En la temporada 1996/1997 disputaron la final de la Recopa de Europa que también ganó el Barcelona (1-0) con Bobby Robson en el banquillo.

Ronaldo y Luis Enrique celebrando un gol. Fuente: Mundo Deportivo

En todas sus visitas al Camp Nou en Champions, que han sido cinco, el PSG solo ha sido capaz de anotar cuatro goles, mientras que ha recibido trece. En el Parque de los Príncipes, han anotado contra el Barcelona doce goles, pero han recibido ocho. Los números son favorables al Barcelona. Pero en cuanto a sensaciones, los blaugranas no son tan favoritos como debiera. Koeman no tendrá buenos recuerdos del PSG: la única vez que los parisinos han dejado fuera de la Champions al Barcelona él estaba en el campo y Cruyff en el banquillo (temporada 1994/1995).

PSG-Barça 1995. Fuente: Getty

Por desgracia, la rivalidad entre Barcelona y PSG se traslada del campo a los despachos. El conjunto parisino no solo no quiere tener relación absoluta con los blaugranas, sino que sus jugadores son inalcanzables para el Barça. Sin embargo, los jugadores culés son más que accesibles para el equipo francés. De la lista de nombres que el Barcelona no ha podido fichar, la mayoría pertenecen al París Saint Germain: Thiago Silva, Marquinhos, Verrati, Rabiot, Kehrer… El Barcelona pudo hacerse con ellos antes de que recalasen en la capital francesa, pero el club catalán no destaca por su rapidez en el mercado. Estos jugadores acabaron en la cárcel de oro parisina de la que, bajo ningún concepto, han podido salir rumbo a Barcelona. Sin embargo, la junta directiva de los últimos años del Barcelona no ha tenido ningún problema en permitir la marcha de jugadores como Xavi Simons o en regalar directamente a un jugador como Rafinha Alcántara.

Rafinha jugando para el PSG tras salir regalado del Barça. Fuente: Getty

La relación entre el Barcelona y el PSG estaba ya rota, pero la transición de la ruptura a la antipatía y el rencor tiene un nombre propio: Neymar. Desde la marcha del brasileño, la rivalidad ha vuelto a contagiarse, esta vez, de los despachos al terreno de juego. Las demandas de Neymar al Barcelona, su forma de salir del club y todos los despropósitos que ha tenido hacia el club que le dio todo durante cinco temporadas, ha generado un malestar comprensible entre la afición. Aquí no se discute el valor futbolístico del jugador, sino las formas de una salida histórica y todo lo que le circunda. Gran parte del barcelonismo no entiende los motivos de su salida más allá de no querer vivir a la sombra del mejor del mundo, Leo Messi. Ahora puede que tengan que enfrentarse en el campo después de que el brasileño haya dejado claro que quiere intentar volver a jugar con Leo y, claramente, no va a ser con la camiseta del Barcelona. Se enfrentarán en el campo a sabiendas de que cabe la posibilidad de que puedan volver a juntar juntos más pronto que tarde, pero los culés no quieren ni imaginar la posibilidad de ver marchar a Messi rumbo a París.

El morbo está servido. Pero la eliminatoria se disputa en el campo y, en ese sentido, el PSG tendría que tener más que temer que el Barça. Es cierto que los de Koeman son un tanto irregulares, pero cuando están bien, son imparables y el PSG tampoco es que esté de dulce. Si ellos se aferran a Mbappé y a Neymar para creer en la victoria, ¿por qué no pueden aferrarse los culés a Messi? Las sensaciones futbolísticas no son las mismas que en diciembre y en el fútbol, afortunadamente, nunca se sabe lo que puede pasar.

Los franceses no tienen de qué presumir ante el Barcelona, más bien al revés, puesto que el último duelo entre ambos dejó una remontada histórica en la Champions League: el Barça se impuso 6-1 en el Camp Nou dando una auténtica lección de fe y de ambición con Luis Enrique en el banquillo. De los grandes protagonistas de ese día quedan pocos en la plantilla actual. Pero, así como el PSG tratará de aferrarse a Neymar, el Barcelona debe apostar por su equipo en vez de aferrarse solo a Messi. Aunque al argentino le ha costado arrancar, ahora está en su mejor momento de la temporada. El Barça tiene una amplitud de plantilla que otros años no ha tenido y eso Koeman lo debe aprovechar apostando por los jóvenes de una vez por todas porque han demostrado estar preparados para ayudar cuando haga falta.

Sergi Roberto marcando el 6-1 ante el PSG.

La afición no teme al PSG ni a sus nombres propios, teme no ver una buena versión del Barça porque el barcelonismo es consciente de que, si el equipo mantiene el buen nivel demostrado en Liga este mes de enero, claramente puede superar al París Saint Germain. La pelota está en el tejado del Camp Nou. En la que puede ser la última temporada de Messi como blaugrana, el equipo debe dar la cara con su capitán el primero al frente. La afición no pide goleadas, pide orgullo, carácter, ambición y coraje. El aficionado se lo merece y los jugadores se lo deben. No hay nada perdido, pero tampoco ganado. Está claro que el Barcelona ha perdido el respeto de sus rivales en Europa y, para recuperarlo, lo primordial es que los jugadores que visten la samarreta blaugrana demuestren en el campo su respeto al escudo: con actitud y orgullo.