Todos tenemos nuestra red de seguridad. Aquello que nos mantiene en pie cuando lo demás parece derrumbarse. La armadura que nos protege cuando las lanzas se doblegan, cuando los escudos se quiebran. La efectividad de esa última carta, desesperada, marcará nuestra línea entre el éxito y el fracaso, entre la vida y la muerte. Y Ter Stegen, salvador o verdugo en dichos casos, ha vuelto a ser jugada ganadora para los culés.

Ter Stegen parando un balón (Photo by Eric Alonso/Getty Images)

Cuando Zubizarreta fichó a Ter Stegen vio en él todas las cualidades que se le atribuyen al portero perfecto para el llamado ‘modelo Barça’. El alemán posee una capacidad prodigiosa para sacar el balón jugado y, sin aparente dificultad, encontrar al hombre libre. Su rango de pases es infinito; no son pocas las veces que ha dejado a su delantero en situación de mano a mano. Por si fuera poco, el guardameta domina a la perfección el arte de la defensa con muchos metros a la espalda de los centrales. En definitiva, era perfecto para el puesto.

Sin embargo, en los últimos años el alemán había perdido ese punto de inspiración y reflejos que tantos y tantos puntos le había dado al conjunto culé. Aquel “por los pelos”, se transformaba en el lamento por el gol encajado. La afición, siempre impaciente en los grandes equipos, comenzaba a confabular contra él. Pero el mejor relevo para Ter Stegen no era nadie más que él mismo en su mejor versión. Y en el verano de las palancas, de los fichajes y la ilusión, ha sido una de las mejores incorporaciones.

Ter Stegen ante el Celta (Photo by Jose Breton/Pics Action/NurPhoto via Getty Images)

La temporada de Ter Stegen, hasta la fecha, está siendo inmejorable. Por los goles que ha parado, pero, sobre todo, por la seguridad que transmite en contextos de todo o nada. Cuando todo se apaga, donde solo él puede intervenir. El Barça ha recuperado su red de seguridad y, con ello, gran parte de su nivel competitivo.