Roma. Anfield. Volver a empezar, una vez más. Desde Kubala hasta Messi, pasando por Cruyff y Ronaldinho. No, este club nunca ha sido de nadie, pero a su vez siempre ha sido de todos. Estilos únicos, pero diferentes; estilos ganadores y reconocibles. Eso es lo que, 120 años después, nos sigue enamorando: nuestra diversidad.
Que si la primera contra el Steaua de Bucarest, que si la noche de las bestias en Atenas con un Milan indomable, que si la final de los postes con el Benfica de invitado, que si la era Gaspart, que si los paseos de los últimos años en Europa. Podría quedarme hasta mañana recordando las noches negras del Barça, pero prefiero rememorar lo que nos ha hecho grandes, eternos. Posesión y ataque. ¿Acaso pedimos tanto? Esto del fútbol es un constante quebradero de cabeza. Un día no te sale algo y lo echas todo a perder. Y otro día sigue sin salirte algo, pero es que ni buscándole soluciones encuentras el camino. Eso es lo que nos pasa con don Ernesto Valverde, un tipo sencillo, discreto y que se adapta a todo, incluso al fracaso. Menos a lo necesario. El club venía de un Luis Enrique que exprimió todo su jugo, cambió la forma de ganar, por si acaso a alguien se le olvidaba lo que era ganar de otra manera, y aunque a los puristas no les gustase, arrollando como pocos. Hasta que el Txingurri apareció en escena. Para los resultadistas, una joya; para los filósofos, un despropósito. Y es que ya lo decía el propio Sócrates: “La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”. ¿Cómo es posible que ganando dos ligas seguidas sin que nadie te tosa, sigas entrenando con dudas? Teniendo al mejor de la historia en tu equipo todo es más fácil, pero no es el único que juega.
Podemos poner en tela de juicio que la marcha de Neymar trastocó los planes, pero es que para eso se trajo a Coutinho y Dembélé. Dos jugadores que a día de hoy no han destacado como esperábamos, pero es que tampoco se les ha dado la oportunidad de explotar en otra posición. Porque lo que sí tenían Guardiola y Luis Enrique era un don de sacarle provecho a sus propios comandantes: Iniesta de extremo y Sergi Roberto de lateral. ¿Por qué Coutinho no juega de interior, o de mediapunta? Variantes, Ernesto, eso es lo que pedimos. Ahora nos vemos en el marrón de tener que sacrificar para poder acceder a alguien que te dejó tirado y que aún no sabes ni cómo encajarlo. Te piensas juntar con cuatro galácticos y de dos de ellos no te sabes ni el nombre.
Anfield tumbó el espíritu de las grandes citas y muchos ya te hicieron la cruz. Honestidad hubiera sido dar un paso al lado, pero reconozco que admiro ese orgullo que tienes para mantenerte en pie. Aunque también te digo que la clase de golpes que has recibido no son nada fáciles de digerir, dejándote heridas que, a la mínima, se volverán a abrir. Y tú sabes que siendo el máximo responsable, pagaríamos todos. De Jong, Riqui Puig, Aleñá, Rakitic, Semedo, Todibo, Suárez, Coutinho, Umtiti… demasiados extras para tan poco coche. Aquí no se trata de intoxicar al club, como muchos piensan. Ojalá ganases el triplete cada temporada y estuvieses 20 años más, o también que ganases sólo un título pero que tuviésemos que quejarnos de la mala suerte por no ganar el resto. Porque eso es lo que esta afición exige: dar la cara en cada competición sin esperar nada de nadie. La explicación en rueda de prensa del cuarto gol en Liverpool resume perfectamente lo que no se debe permitir, y de transparencia este club va sobrado. Con el cambio de André Gomes en Roma y la ausencia de Paulinho aún sigo teniendo pesadillas. Y es que, por desgracia, no he pasado más vergüenza como aficionado que estos dos últimos años, casualmente contigo en el banquillo. Como la edad, el palmarés también es un simple número, y de nada sirve mantenerte ahí arriba si los que te ven, te miran con malos ojos. Se puede ganar y jugar bien, se puede ganar sin jugar bien, y se puede jugar bien pero no ganar. El mandamiento aquí es competir para ganar y jugar bien, y si hay que hacer experimentos, se hace, si hay que tirar de la cantera, se hace, y si hay que juntar a los que manejan la pelota como nadie, se hace, pero no desaproveches una oportunidad que no merecemos desperdiciar. Tenemos una plantilla de ensueño y a la pieza que hace funcionar la columna vertebral. ¿Qué más se puede pedir? Entender nuestra historia.
Última oportunidad, Ernesto. Haz que la vida no siga siendo igual.