Un clima frío, una entrada de año atípica y una situación deportiva e institucional crítica. Así comenzaba el Barça de Koeman un año en el que solo cambia el número.

Johan trajo bajo el brazo una idea. Empezar desde atrás y terminar atacando, o defender con un gran ataque. Johan propuso controlar el juego a través del balón, y no dejando correr el tiempo sin él en los pies. Parece que Ronald tampoco aprendió nada de la agonía que se sigue repitiendo desde hace varios años. Eso sí, luego somos los primeros en acordarnos de las debacles de Anfield, Roma o Lisboa, donde jamás supimos defender un resultado. Este club se ha hecho grande por la valentía y el coraje de embellecer todos los aspectos del juego: desde la salida de balón, hasta el remate final. Lo que jamás debería tener entre sus cartas es la opción de darle vida al rival mientras sea posible.

Esta dinámica la puso de moda el señor Ernesto Valverde. Con Setién, poco cambió. Koeman, que había sido defensa y, concretamente, discípulo del ‘Dream Team’, tampoco quiere ser consciente del significado. Una plantilla de 500M€ no puede acabar atrás ante un recién ascendido y colista de la Liga, con todo el respeto hacia el Huesca. Una plantilla con el mejor de la historia no puede acabar defendiendo un resultado cuando no tienes jugadores que saben defender, y, para colmo, siendo de los equipos más goleados. Una plantilla con campeones del mundo no puede petrificarse mientras le dan el balón al rival y dejan pasar el tiempo hasta el pitido final.

El Barça que todos conocíamos y que marcó terreno en el panorama internacional, se caracterizaba por un estímulo único: dominar. Con o sin balón. Una presión asfixiante, un intercambio de movimientos constantes, y una disciplina de trabajo solidaria para no echar a perder todo lo conseguido durante 90’. El Barça que todos conocíamos era capaz de meter tres goles en los primeros veinte minutos y seguir atacando como si el marcador fuese empate a cero. Esa ambición, prestigio y ganas de querer demostrar son las que se han perdido, y esa seña de identidad, la que hay que recuperar.