Érase una vez en Bilbao…
Érase una vez en Bilbao una de las historias más bonitas jamás contadas. Una reina y una princesa, escoltadas por sus caballeras y arropadas por su pueblo, lograron destronar la tiranía francesa que llevaba años sometiendo su reinado del terror por toda Europa. Una hazaña histórica y también polisémica: primera victoria ante la bestia negra, segunda Champions consecutiva, tercera de la historia del club y cuarto título de la temporada, completando un poker de trofeos irrepetible.
La batalla final
La madre de todas las finales se sintió como la verdadera batalla final. Las ganadoras del último partido del mundo iban a inmortalizar sus nombres en las vitrinas de la Catedral, y el Barça ganó dentro y fuera del campo. Una marabunta blaugrana de más de 40.000 aficionadas arrasó Bilbao y puso de manifiesto que ellas ya no mueven el mundo, sino que hace tiempo que la Tierra gira entorno a ellas. Buena prueba de ello fue el hermoso tifo que desplegó la afición azulgrana momentos antes de la salida de las jugadoras. Pelos de punta. A todo esto, el fútbol femenino sigue rompiendo barreras; nuevo récord de asistencia en una final de Champions Femenina con 50.827 espectadoras, nada mal para un deporte que “no interesa a nadie”.
El Barça se encontraba ante un escenario espectacular, en un contexto inmejorable y con una oportunidad única para cambiar el transcurso de la historia en Europa. En la previa del partido se hablaba de la hegemonía del Lyon y del cambio de ciclo que supondría una victoria azulgrana. Sin embargo, el verdadero cambio de ciclo se produjo dentro del Barça hace dos años, concretamente tras la final de Turín. Mismas jugadoras, pero con una nueva mentalidad y una nueva metodología de trabajo. El desenlace de la final fue una recompensa por los años trabajando en silencio bajo una rutina basada en el esfuerzo, la humildad, el trabajo en equipo, el respeto y, sobre todo, la ambición.
Dueñas de su propio destino
Sobre el campo, un Barça renovado que demostró haber dejado atrás el trauma de Turín. De jugar para ser campeonas, a jugar como campeonas. La clave estuvo en los primeros treinta minutos; intentar controlar con balón y saber aguantar sin él para no revivir los fantasmas del pasado y tener que afrontar la segunda parte con más de dos goles de desventaja. Para saber ganar, tienes que aprender a sufrir. Una faceta poco común en el equipo de Jonatan Giráldez debido a la superioridad sobre el resto de equipos, pero siempre bien reconocida. Todas se dejaron la piel para defender cómo nunca antes se habían visto obligadas a hacerlo, especialmente Cata, Irene y Ona, que pusieron su físico a merced del destino.
En fase ofensiva, la perseverancia fue diferencial. Keira Walsh temporizó al equipo en la salida de balón, Mariona aportó clarividencia entre líneas y las galopadas de Graham por la banda derecha hacían temblar los cimientos del muro francés, hasta que apareció la de siempre. En un momento de inspiración artística, prácticamente como una revelación divina, apareció Aitana Bonmatí en el área rival, para abrirse camino entre las francesas y guiar a las azulgranas hacia la senda de la victoria.
La joya de la corona
El guion de la final parecía haber sido escrito por la élite cinematográfica, pero aún faltaba la joya de la corona. ¿Quién si no? Alexia Putellas. Cuando parecía que su participación iba a ser testimonial, la ‘11’ decidió que quería ser histórica una vez más. Ni cinco minutos llevaba sobre el terreno de juego cuando, tras recibir un pase raso de Clàudia Pina, envió el balón al fondo de la red para volverse eterna en la Catedral del fútbol.
El delirio se apoderó del barcelonismo; el banquillo salió disparado en dirección a la grada, liderado por un Jonatan Giráldez totalmente desatado. Alexia se despojó de la armadura y explotó en un gesto de rabia, liberación y felicidad a partes iguales con la camiseta en la boca, contagiando a la afición. Acto seguido, se produjo una de las imágenes más icónicas de la historia; Alexia, aún en erupción tras el gol, recibió el abrazo de Aitana Bonmatí, completamente inmersa en la locura. Las dos últimas Balón de Oro, fundiéndose en un abrazo que quedará inmortalizado para la historia. ‘La Reina y La Princesa’; óleo sobre lienzo. La capitana selló su obra de arte con su clásica reverencia al pueblo azulgrana, completando una semana para el recuerdo entre renovación, un gol que vale una Champions y un póker histórico.
El Barça fue a Bilbao a por pintxos, txapelas y ‘La Tercera’, y han vuelto convertidas en leyendas vivas del fútbol, no solo del femenino. Segundo triplete de la sección y cuarto del club, contando los otros dos del equipo masculino. Una vez más, el Barça vuelve a demostrar por qué es més que un club pero, volviendo a ellas, ¿y ahora qué?; 2022, sembrar; 2023, recoger; 2024; coronar; ¿2025? Repetirlo otra vez. Ganar hasta que no quede nadie más por derrotar; el combustible para seguir moviendo el Universo.